domingo, 24 de enero de 2010

EXTREMADURA BAJO LA INFUENCIA SOVIÉTICA (V): CAMPILLO DE LLERENA

IX.- Los horrorosos sucesos de Campillo de Llerena

Villa con unos 4.000 habitantes, a 42 kilóme­tros de Llerena y 123 de Badajoz; carretera de Castuera a Ventas del Culebrín; produce cerea­les, aceite y garbanzos.

¡Desdichado pueblecito! ¡Cómo se sació con­tigo la ponzoña plebeya! La tristeza en tus calles la desocupación de tus casas y el luto en tus vecinos es el recuerdo macabro que te quedó de la dominación exterminadora. Saqueos, robos a mano armada, crueles palizas, viles asesinatos, violación de doncellas (en algunas después de cadáveres), son los horrorosos delitos perpetra­dos en esta villa.

* * *

Santiago [sic, San Bartolomé] es el Patrón de Campillo de Llerena; como tal, es éste el día en que venía celebrán­dose la más grande fiesta, día de desborda­miento de alegría, en que todos los vecinos compartían el contento tradicional de los años. Fecha, contento y tradición destruidas con el luto de que la vistieron unos hijos embriagados por el odio y la ira.

Es este memorable día el elegido para come­ter los primeros asesinatos (éstos fueron conducidos en un camión al pueblo de Higuera de la Serena, distante de éste unos 30 kilómetros. Entre ellos se encontraban don Baltasar de la Cruz, párroco del pueblo; don Gerardo Miranda, médico; don Eusebio Sánchez Rodríguez y los hermanos don Alberto y don Antonio Fernández López.

Estos jóvenes tenían a su señora madre gra­vemente enferma, y al sacarlos de la cárcel para asesinarles, les dijeron los malvados con ironía criminal: «Andar, que vais a ver a vuestra madre».

Don Nemesio Pérez Alejo y a su hijo José, a los hermanos José y Juan Balas Platero, a don Antonio Valenzuela y su hijo Clemente y a don Macario Rodríguez Tena (veterinario y padre de la jefe local de Falange, quien, llena de angus­tia, pero con la más cristiana resignación, me informa). Esta joven, modelo de española, dedi­ca sus horas de pena al bien de la causa nacio­nalista. En su informe continúa: El día 5 de sep­tiembre son ejecutados siete señores más.

El 15 del mismo y en el pueblo antes dicho fueron asesinados don Miguel Fernández López, abogado; don Juan Fernández Enciso y su hijo, estudiante de Derecho; don Antonio Fernández Enciso, don Fernando Valenzuela Balas, don Críspulo Platero, don Víctor Ortiz López, médico. Este señor era muy grueso y durante el recorrido de los treinta kilómetros en camión fue arrojado varias veces por la canalla desde el vehículo, no cesando ésta en su criminal entre­tenimiento hasta verle expirar a consecuencia de los golpes que dio en el suelo. Es de advertir que uno de los principales verdugos de esta incalificable monstruosidad fue un criado de la más absoluta confianza de este señor llamado Antonio Moreno Moreno «el Caimán», el que siempre fue tratado cariñosamente y protegido, hasta el punto de que le proporcionaron una industria. Esta es la gratitud caracterizada en la gentuza.

Otro día fueron asesinados don David Suárez y su hijo Corsino, joven de diecisiete años; don Aureliano y don Manuel de la Rubia Caballero y doña Rosalía Fernández López, esposa del doctor Ortiz López.

Nuevos procedimientos para nuevas infamias fueron los llevados a cabo por estos dirigentes al llevar a efecto los asesinatos en las personas de Julia y Enriqueta de la Rubia, José María Vizuete, Liborio Sánchez, Lorenzo Nogales y Joa­quín Sánchez Cabanillas, quienes, a la una del día y sacados de sus propios domicilios, fueron conducidos en un automóvil al Cementerio, distante unos 300 metros de! pueblo, habiendo continuado hasta la madrugada de este día 25, lle­vando andando al citado Cementerio al resto de las personas que dicho día fueron ejecutadas, entre las que se encontraban: don Lorenzo Vizuete Arenas, anciano de ochenta años, y sus hijos Juan, Fernando, Lorenzo y María; doña Eloísa Fernández Cabanillas, quien tenía en los brazos a una hijita de cuatro meses, al ir a dete­nerla, la que bruscamente le arrebataron, no permitiéndole a la madre el darle ni los besos finales.

Doña Eulalia Pajuelo Díaz, maestra nacional, que durante un año había ejercido en esta villa; en la actualidad desempeñaba dicho cargo en Badajoz, habiéndole sorprendido el movimiento por haber venido a pasar una temporada con sus amistades con motivo de las vacaciones. A don Antonio Robledo Sánchez de la Vaquera y a sus hijas Robledo y Encarnación, de veintitrés y veinticinco años, respectivamente. Doña Clemencia López Fernández y sus hijas Elisa y Clemencia, de catorce y diecinueve años, res­pectivamente, Como igual a su abuela doña Ana­cleta Fernández Henao, anciana de ochenta años. Don Lorenzo Nogales Ortiz y Purificación y Antonia, hermanas, conocidas por «las Sartenas».

En número de 110 fueron las víctimas du­rante la dominación del populacho. Nada des­truyeron de edificios, esculturas y pinturas de carácter religioso, optando también por distinto procedimiento que en otros lugares, y que con­sistía en sacar a las imágenes, colocándolas en distintos sitios, simulando hacían servicios de guardia.

Saqueos y robos

Con respecto a saqueos, además de los corrientes, cometióse el de la fábrica de harinas Santa Leonor, donde se presentaron, pistola en mano, obligando a que se les abriera la caja de caudales, apoderándose de 18.000 pesetas que ésta contenía.

Criminales

Principales ejecutores: José Redondo, Alfonso Ruiz Dávila, Antonio Gilgado Vargas «El de la perra gorda» y los hermanos José y Nemesio Vera Murillo (a) «Chiquene»; el primero presi­dente de la Casa del Pueblo. El segundo, a con­secuencia de estar completamente embriagado, no se dio cuenta de la entrada de las tropas salvadoras, por lo que se le pudo detener, ha­biendo confesado entre otras cosas: ser autor de las violaciones cometidas con las doncellas; y que el referido hermano llevaba 40.000 pesetas procedentes de robo.

Una Centuria de Palencia y Badajoz, al man­do del joven y valiente teniente camarada Florencio Campos, fueron las que reconquistaron este pueblo, salvándolo para la eternidad de tan terrible azote.Embargado por la pena y sin poderme expli­car cómo ha podido llegar la noble España a tan denigrante estado, me dirijo al pueblo de Hornachos.

Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.85-90