jueves, 28 de enero de 2010

EXTREMADURA BAJO LA INFUENCIA SOVIÉTICA (XVII): TALAVERA LA REAL, ZAFRA y BADAJOZ

XXIII.- Las crueldades y los tratos inhumanos en Talavera la Real

Villa con unos 4.000 habitantes, perteneciente al partido judicial de Badajoz a 18 kilómetros del mismo, en la carretera de Madrid a Bada­joz. Produce cereales, aceite y hortalizas.

Preténdese que sea esta villa la Evandria de los itinerarios romanos, que tuvo importancia en las etapas militares romanas; han venido a demostrarlo algunos datos históricos, tales co­mo monedas del tiempo de Nerón y las referencias de crónicas autorizadas.

En esta villa, y el año 1558, murió la reina Leonor, hermana del emperador Carlos I.

* * *

Unos cien fueron los señores que sufrieron detenciones con motivo de las fechas rojas, siendo el mismo día 19 cuando empezaron a efectuar las mismas. Los edificios destinados a cárceles fueron la parroquia y la ermita de San José, habiendo utilizado asimismo el depó­sito municipal, donde llevaron a unos treinta significados como fascistas, siendo éstos los que sufrieron más bárbaramente los castigos de la plebe.

Imposible seria hacer una descripción com­pleta y exacta de los martirios dados a la mayoría; mas creyendo suficiente para hacerse una idea de los instintos sanguinarios de los ejecu­tores, reseñemos los dados al coadjutor de la parroquia. Este señor padecía grave enferme­dad, a pesar de lo cual hiciéronle trabajar a fuerza de azotes para que fuera el espectáculo de la muchedumbre desquiciada; a este efecto, desde unas riberas, distante del pueblo unos 300 metros, les hacían acarrear arena, la que tenía que llevar hasta la plaza. No pareciéndole a la chusma que por este procedimiento se arrancaran, como sus deseos eran, las carcaja­das en las fieras, cortáronle la sotana a la altu­ra de las rodillas y en esta forma le hacían pasear por el pueblo, al mismo tiempo que le daban golpes, dándole tantos, que quedó de tal manera que no podía permanecer de pie. Ya en esta forma volvieron a encerrarlo en la prisión, y como al llevarle la comida tuviera que andar ayudado con las manos, viéndolo los que con él permanecían en tan lamentable estado, inten­taban ayudarle, lo que prohibían brutal mente los milicianos de guardia.

A don Juan Riera Gallo, al que dieron análo­go trato, le obligaron al mismo tiempo a que firmara recibos o autorizaciones para que sus familiares les entregaran cantidades. Fueron tales los golpes que recibió en la cabeza, que hubieron de cogerle catorce puntos. Días des­pués se le acercó un individuo a quien apoda­ban «el Tuerto», el que había estado empleado de mayoral con dicho señor durante dos años; éste exigió 500 pesetas, y como le manifestara no podía entregárselas por carecer de ellas, repitió nuevos golpes, consiguiendo soltarle los referidos puntos.

A don Jesús Pertegal, que en aquella época era reconocido por el Sindicato como jefe de Falange, le exigieron entregara la lista de los afiliados, y como se negara rotundamente, cas­tigáronle, descalzándolo y echándole agua hir­viendo en los pies, como asimismo dándole gol­pes con piedras y las culatas de las escopetas en las uñas de los mismos.

Los asesinados

Veintidós fueron los asesinados en esta villa, ejecución que llevaron a efecto en un campo re­tirado un kilómetro de la población y al tener conocimiento que de un momento a otro esta­ban al llegar las columnas de Yagüe y Caste­jón, que reconquistaron repetida villa.

A los detenidos que permanecían en el edifi­cio de la parroquia y ermita intentaron darles muerte arrojando bombas y gasolina, a cuyo efecto intentaron destechar los edificios, no habiéndolo realizado, como antes indicara, por la inesperada llegada de las tropas.

Entre los señores asesinados figuraban, ade­más de los anteriormente relacionados en la referencia de los martirios, los siguientes: don Avelino Villalobos Guerrero, don Francisco Anaya, don Teodoro Ardila y su sobrino don Jo­sé Ardila, don Regino Gómez Ordóñez, los her­manos Antonio y Miguel Doncel Villalobos, etc.

Los domicilios particulares son saqueados

De poca importancia fueron los saqueos que llevaron a efecto en el campo, no sucediendo así en los domicilios particulares, de los que se lle­varon cuanta chacina, cereales y dinero encon­traron.

Autores de martirios y asesinatos

Mariano Flores «el Florito»; Duarte, jefe de los municipales; el presidente de la Casa del Pueblo, a quien conocían tan acertadamente por «el Diablo»; Teodoro Amador «el Chaquetilla»; José Casimiro y Ramón Castaño (el saltamonte de la política) fueron los verdaderos dirigentes y ejecutores de todos los estragos. Continuando mi ruta informativa me dirijo a Zafra.

XXIV.- Las numerosas detenciones en Zafra

Ciudad cabeza de partido, con unos 9.000 ha­bitantes, a 79 kilómetros de Badajoz, con esta­ción de ferrocarril en las líneas de Mérida a Se­villa y de Zafra a Huelva. Carretera de Fregenal de la Sierra a Almendralejo. El término pro­duce cereales, aceite, vinos, garbanzos y gana­dos. Hay fábricas de curtidos, de chocolate, de jabón, de fundición de hierro y una de elec­tricidad.

* * *

Fue la Segeda céltica, de donde viene llamar a los naturales de esta ciudad segedanos. Dícese que los romanos le dieron el nombre de Res­tituta Julia, alegando los defensores de esta opinión que la estatua de Santa Clara, en la ermita de este nombre, situada frente al pórtico, en la calle de los Mártires, es un indicio seguro del paso de los dominadores romanos por esta tierra.
Ciudad cabeza de partido, con unos 9.000 ha­bitantes, a 79 kilómetros de Badajoz, con esta­ción de ferrocarril en las líneas de Mérida a Se­villa y de Zafra a Huelva. Carretera de Fregenal de la Sierra a Almendralejo. El término pro­duce cereales, aceite, vinos, garbanzos y gana­dos. Hay fábricas de curtidos, de chocolate, de jabón, de fundición de hierro y una de elec­tricidad.

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Fue la Segeda céltica, de donde viene llamar a los naturales de esta ciudad segedanos. Dícese que los romanos le dieron el nombre de Res­tituta Julia, alegando los defensores de esta opinión que la estatua de Santa Clara, en la ermita de este nombre, situada frente al pórtico, en la calle de los Mártires, es un indicio seguro del paso de los dominadores romanos por esta tierra.

Sin embargo, parece más admisible que el nombre actual derive del nombre de Zafar, que significa feria. No falta quien lleve la cuestión al terreno legendario para asegurar que Zafra es el nombre de un capitán de las huestes de Alarico.

Triunfante la dinastía de los Abderramanes en Córdoba, gobernó la ciudad de Zafra Hixen II, el waali Zulema, que en 1012 pretendió al­zarse independiente con el auxilio de tres obis­pos que habían logrado la conversión de aquél. Hízose temible Zulema por su espíritu tiránico, y declarado ya en rebeldía hizo que Hixen sa­liera de Córdoba con buen golpe de tropas, dándole batalla en las inmediaciones de Zafra, siendo derrotado y obligado a refugiarse en esta ciudad, en cuyo castillo recibió hidalga protección.

El año 1240 era reconquistada por el rey Fernando III. Más tarde, Alfonso X la vendió al arzobispo de Toledo, don Gil, en CIENTO CINCUENTA MIL maravedises, trato que hubo de declarar nulo el rey don Pedro.

Es esta una de las ciudades más insignes de Extremadura, residencia durante muchos años de los duques de Feria que tienen aún su cas­tillo señorial en ella en excelente estado de conservación

Sevilla la chica llámanla sus naturales acaso porque su feria de ganados puede parangonarse ventajosamente con la de la bella capital andaluza. En toda España se conoce la importancia de esta feria, que marca los precios que deben regir en las distintas campañas de ganados. Al rodeo que se forma en los primeros días del mes de octubre acuden 140.000 cabezas de ganados.

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Esta ciudad fue menos castigada durante el dominio de la muchedumbre desbordada, la que sólo sufrió la detención de los señores siguien­tes: Don Daniel Gómez Ordóñez, cura párrroco; don Juan Martínez Fernández, abogado; don An­drés Pacheco Iglesias, abogado; don Arturo Salazar Fernández, abogado; don Juan y don Tomás Álvarez Prieto, farmacéuticos; don An­tonio Zoido Díaz, maestro nacional; don Casi­miro Tovar Gómez, don Alfonso Gómez Tovar, don Francisco García de la Mata, abogado; don Juan A. Burgos González, don Diego García González, don Dionisio Vera Blanco, don Mi­guel Campos Pérez, don Gregorio García Fernández, don Fernando Rosas Guerrero, don Fernando Rodríguez Muñoz, don Manuel Díaz Gárate, don Antonio Martín Martínez, don José María Guerrero Vázquez, don Manuel Martínez Rubiales y don Manuel Romero de Tejada, a quienes durante su prisión hicieron objeto de insultos y malos tratos, no faltando en ocasio­nes varias hasta el hacerles pasar hambre, ya que los milicianos que les hacían guardia, al examinar las fiambreras, comíanse lo mejor que en ellas encontraran.

José Llanos Ambrosio, jefe del Partido co­munista; Antonio Abad Molina, jefe del Partido Socialista; José González Barroso, Manuel Gor­dillo Durán y Alfredo Encarnado Venegas fue­ron los verdaderos representantes del Gobierno tiránico.

Para cumplir lo que puede considerarse como una verdadera obligación, me dirijo a visitar la capital de la provincia.

XXV.- La Falange de Badajoz

Ciudad con unos 60.000 habitantes, a 405 ki­lómetros de Madrid por carretera y a 510 por ferrocarril. Hállase situada a la margen izquier­da del Guadiana.

La principal riqueza de Badajoz consiste en ganadería. Cosecha, aceite, vinos, cereales y corcho. Tiene fábricas de aserrar maderas, de bebidas gaseosas, de baldosas y baldosines de cerveza, de aguardientes, etcétera.

* * *
La mayoría de autores opinan que esta ciudad fue la Pax Augusta de los romanos. Los moros la llamaron Batalyos, que más tarde de­generó Badaxos y Badajoz. Figura en la división de España hecha por Yusuf entre las ciudades de la provincia de El Mereda, que tuvo por capital a Mérida. En 784 el caid de Ba­dajoz se ofreció a Abderramán para acosar a Abul Asvoad, que se había rebelado. En el siglo XI, el Gobernador de esta capital tomó el título de rey, quedando sujeta su Monarquía a la ciudad de Mérida.

Es indudable que los romanos hicieron de ella una colonia predilecta, y que su abolengo y su posición geográfica, aun fundada Emérita Augusta, o reedificada, mejor dicho, no podía desmerecer cuando era paso seguro de las cohortes hacia Portugal, y su tierra, óptima en frutos, era un no escaso granero de Roma.

* * *

Daría lugar a un buen número de carillas o páginas el continuar con datos históricos pertenecientes a Badajoz y Extremadura; por tanto, he de dejarlos para propicia ocasión, pasando a daros conocimiento de las circunstancias que antes indiqué me obligaron a visitar la ca­pital, que no son otras que los propósitos ex­clusivos de abrazar a los camaradas Arcadio Carrasco Fernández y Ángel Riveras de la Portilla, jefe y secretario provincial de Falange respectivamente, al mismo tiempo que felicitarles emocionadamente por la magnifica y creci­da organización de la provincia, detalle que no puede extrañar a quien como yo pude encon­trar durante mi estancia en varios de mis visi­tados pueblos al camarada Carrasco, que con su energía magníficamente interpretada, su constancia y su desvelo, coincidía conmigo en sus visitas de inspección, orientándose detenidamente tanto de la marcha administrativa, como del proceder de los camaradas, destituyendo y expulsando a los mismos cuando lo habían de merecer, pugnando siempre por ver cumplidos sus anhelos de completa purificación en las organizaciones que por su cargo le están confiadas.

De otra parte, es el camarada Riveras el que desde su mesa de despacho, con una actividad exclusiva en él, sin horas ni minutos para el descanso, distribuyendo el trabajo entre sus varios auxiliares, resolviendo papeletas y estu­diando proyectos formidables, ayuda de manera extraordinaria y única al fomento y pureza de la Falange provincial que es su entusiasmo y deleite.

Conociendo, pues, a estos dos modelos del Nacional Sindicalismo, habiéndolos podido contemplar en sus faenas, como yo los contemplé, no podría nadie extrañarse del sublime fruto, resultado de su trabajo.

He aquí algunos datos cogidos al vuelo, podríamos decir, relacionados con la organización provincial de

Falange Española de las J. O. N. S.

Total de fuerzas y militantes en la provincia de Badajoz en 12 de marzo de 1937:

Primera línea: 12.305; segunda línea: 14.192; sección femenina: 4.502; flechas: varones, 14.774; hembras, 4.379.

El número de pueblos en poder de las tropas nacionales en dicha provincia es de 113 y las comarcas que funcionan, siete. Si nos fijamos detenidamente en los datos anteriormente ex­puestos, apreciaremos son la mayor elocuencia de mis manifestaciones; por tanto, no podrá ex­trañar me acercara a Badajoz con la misión exclusiva de felicitar a los que soltando el fusil después de haber intervenido en la reconquista de varios pueblos, fueron destinados muy acer­tadamente a prestar servicios de mayor importancia. Yo, a su vez, me felicito al ver que Espa­ña la nueva empieza a saber elegir los hombres que han de regir sus nobles y dignos destinos.

Y ahora, Arcadio Carrasco, a seguir con ese espíritu tan tuyo luchando en el exterminio de incendiarios, saqueadores y criminales; no pre­cisamente en venganza y persecución de los que vilmente asesinaron en la flor de su vida a tus tres hermanos (tú no eres capaz de abrigar ins­tintos vengativos), sino contra todos los que con su presencia y permanencia en España la ultra­jan y desdoran. Y a ti, Ángel Riveras, cuyo pa­triotismo lo hiciste bien patente al abandonar la bata blanca en Berlín, donde ampliabas tus conocimientos médicos, poniéndote inmediatamente que tuviste conocimiento en la Cruzada españolista y regeneradora al servicio de tu España, que sigas también en tu trabajo constante, sin horas ni minutos de descanso, sin cesar un momento de hacer proyectos tan sublimes como ese de la colonia infantil; y que con ese entusiasmo que es hoy en vosotros la única ilusión de la vida, gritéis conmigo:

¡FRANCO! ¡FRANCO!
¡ARRIBA NUESTRA ESPAÑA!

Rodrigo González Ortín
Era Azul. II Año Triunfal.

Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.197-209

EXTREMADURA BAJO LA INFUENCIA SOVIÉTICA (XVI): MÉRIDA

XXI.- El estrago de la horda soviética en el recinto romano de Mérida

[...]

La interesante y bella ciudad también sufrió los estragos de la ola sovietizada. El día 20 de julio dieron principio las detenciones, las que recayeron en unas ochenta personas que pro­fesaban ideas nobles y creencias cristianas. Éstas fueron conducidas para sufrir su prisión a los edificios salón de Quintas del Ayunta­miento, calabozos de la Inspección municipal y la iglesia de Santa Catalina, que fueron los que en esta ciudad utilizaron de cárceles, igualmente la cárcel del Partido, lugar donde llevaron a los señores forasteros. Sobre el trato que en los mis­mos recibieron, sólo diremos que fue análogo al que sufrieran en otro cualquier pueblo; es decir, en otro cualquier pueblo que hiciera más honor a sus instintos salvajes; baste decir sola­mente que siendo insuficiente el salón de Quin­tas, lugar donde se encontraban más número de detenidos, les hacían que durmieran unos enci­ma de otros, no permitiéndoles ni que abrieran las ventanas y montantes para que pudieran respirar, por lo que en algunas ocasiones su­frieron, varias personas trastornos mentales.

Los detenidos en la iglesia de Santa Catalina eran tres señorita: Dolores Zabala, Lali Flores y una enfermera del Manicomio.

Asesinatos

El día 5 de agosto fueron sacados del cala­bozo, para asesinarlos vilmente, los siguientes señores: Don Victoriano Pacheco Fernández, don José Tavares, don Antonio Vizcaíno, don Toribio Macías y don Camilo Agudo; el primero vecino de Mérida y los restantes de La Nava de Santiago, los que fueron ejecutados al amane­cer de dicho día.

Dos días después, unos por la mañana y el resto por la tarde, fueron igualmente asesina­dos los siguientes: don Francisco López de Ayala, abogado; don Antonio Fernández Do­mínguez, abogado; don Federico de Manresa, capitán de Artillería; don Antonio Pardo Gar­cía-Vinuesa, perito industrial; don Manuel He­rranz Nieto, industrial; don Mateo Durán, odon­tólogo; don Antonio Rodríguez, vecino de Lle­rena; don Mario Balanzategui, abogado; don Antonio Díaz Mirón, empleado, y el obrero Jo­sé del Río; éstos fueron llevados para dicho fin a las inmediaciones de los pueblos de Aljucén y Trujillanos, enterrándoles en el propio cami­no, y a tan flor de tierra, que los cadáveres de don Francisco López de Ayala y don Antonio Fernández fueron desenterrados por los anima­les, habiendo sido hallados divididos en varias partes y decapitados.

Saqueos y actos de profanación

Entre las incautaciones y saqueos llevados a efecto durante el desgobierno figuran la del Ca­sino emeritense y varios edificios más, en los que establecieron sus cuarteles y centros, ha­biendo saqueado totalmente todas las casas pertenecientes a los elementos de derecha, e igualmente la parroquia de Santa María, en la que destrozaron sus imágenes, habiendo colo­cado a una de ellas en el balcón después de ha­berle puesto una capa colorada.

Dirigentes y ejecutores más principales

Encontrábanse entre los dirigentes y ejecuto­res de las horribles canalladas cometidas en es­ta ciudad, el famoso bandido, capitán de Asalto, Carlos Medina; Manuel Cortijo, ferroviario; An­drés Nieto, factor, quien desempeñó el cargo de alcalde durante la tragedia; Rita Aznar y otra miliciana conocida por «la Bolindra», sujetos que hubieran terminado con la flor emeritense de no haber sido reconquistada la ciudad el día 11 de agosto por la gloriosa columna del tenien­te coronel Asensio.

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Pocos kilómetros de buena carretera son sufi­cientes para encontrarme en San Pedro de Mé­rida.

XXII.- Los que se retiraron al campo para salvarse en San Pedro de Mérida

Lugar con una población de 1.000 habitantes. En la carretera de Madrid a Portugal, se halla a 14 kilómetros de Mérida y 75 de Badajoz, siendo su estación más próxima Guareña, a cinco kilómetros; produce cereales, vinos y aceite.

Es curioso lo sucedido en este lugar durante el dominio de los desenfrenados; los elementos de significación falangista o derechista, presin­tiendo la tragedia, huyeron a los campos, don­de permanecieron ocultos hasta la llegada de las tropas conquistadoras, pues según me in­forman, de no haber procedido en esta forma, hubieran sufrido sin duda alguna las conse­cuencias fatales del desbordamiento del prole­tariado falsificado, ya que este pequeño lugar padecía la vecindad de los peligrosos comunis­tas Francisco Palma García y sus hijos Federico (a) «el Cojo» y Felipa y Juan Sánchez (a) «Tacones», los que al no encontrar presa inocente en los primeros días del mentado dominio, huyeron a pueblos inmediatos a saciar su sed de sangre.

Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.187-196

EXTREMADURA BAJO LA INFLUENCIA SOVIÉTICA (XV): ALMENDRALEJO

XX.- Las teas humanas del patio de la cárcel de Almendralejo

Se encuentra al centro de la provincia, abra­zando la llanura conocida por Tierra de Barros. Limita al Norte con el partido de Mérida, al Este con los de Castuera y Llerena, al Sur con los de Fuente de Cantos y Zafra y al Oeste con los de Jerez de los Caballeros, Olivenza y Ba­dajoz.

Los únicos montes que tienen alguna impor­tancia se forman a Oriente, en la llamada sierra de Hornachos.

Las aguas corresponden a la cuenca del Gua­diana. El río Matachel riega la mitad oriental del territorio; absorbiendo diversos arroyos, mientras la zona occidental está bañada por los ríos Guadajira y Lentrin.

Ciudad con unos 18.000 habitantes, a 58 kiló­metros de Badajoz, con estación de ferrocarril. La campiña es muy feraz, produciendo abun­dantes cereales, aceite y vinos. En sus dehesas se mantienen millares de cabezas de ganado lanar, vacuno y de cerda. Hay fábricas de alcoholes, de harinas y de electricidad.
* * *
Debe su origen la población a varios labradores de Mérida que el año 1228 se establecieron en este sitio, donde había un almendralejo o pequeño almendral, que es de donde tomó el nombre que hoy lleva.
En 1324 se declaró aldea dé Mérida y en 1536 compraron a Carlos V el titulo de villa; siendo sus campos en 1810 y 1812 teatro de grandes operaciones militares.

En esta ciudad se encontró el gran disco de Teodosio, que se custodia en la Real Academia de la Historia.

Entre sus esclarecidos hijos se cuentan don José de Espronceda, hijo de un jefe militar que circunstancialmente hubo de llegar a la ciudad con su familia por el año 1810, en uno de los naturales vaivenes de la campaña de la Inde­pendencia. Poeta romántico de altos vuelos, mezclado en azares políticos. Murió en 1842.

Carolina Coronado, poetisa eminente. Nació en 1823 y falleció el 1911. La sentimental histo­ria de su vida, magníficamente cantada por Án­geles Morán, nos ofrece estos singulares rasgos: «Joven, niña todavía, cuando no habla salido aún de Almendralejo, escribió su primera canción en que lloraba la muerte de una alondra, aquella alondra que tuvo la fortuna de ser ente­rrada junto a una encina por sus manos infan­tiles, sirviéndole de sudario el papel que reco­gió el primer canto de una inspiración tan dulce y tan alta. Trece años tenía cuando escribió «Las Palmas»... ¡Estos fueron los hijos que ha un siglo llenaran de gloria su pequeña Patria; la perversidad de los de hoy llenáronla de asom­bro y lágrimas!

* * *

Siendo mis deseos el recoger la más fiel y exacta información de los sucesos acaecidos durante el predominio salvaje, hube de dirigir­me a los supervivientes de la horrible catástrofe, don Alfonso Iglesias Infantes, don Antonio Martínez Lora y doña Josefa Valenzuela de Blanco, los que, con la amabilidad que les ca­racteriza, me relatan y dan conocimiento de los siguientes extremos:

En esta ciudad, desde las elecciones del triste 16, es decir, con bastante antelación al 18 del último julio, observóse la intensidad con que llevaban a efecto el cumplimiento de los postu­lados de sus doctrinas o teorías disolventes, por las que llevaron a efecto la masa obrera incautaciones de distintos edificios de los prin­cipales enclavados en esta población, donde establecieron sus distintos Sindicatos, apropián­dose asimismo de cosechas y dinero. Pero el día 19 fue cuando se aumentó la barbarie, dando principio por la detención de unos cuarenta se­ñores de esta buena sociedad, los que fueron llevados al edificio de la cárcel, donde sufrieron los mayores tormentos.

La plebe de esta ciudad parece no estaba dis­puesta a que los familiares de los detenidos que­dasen sin participar de los mismos tormentos, pues al llevarles éstos las comidas, los milicia­nos de guardia les dirigían groseros insultos, y, tras maliciosa burla, hacíanles guardar turno en una fila que, formada por señoras, ponían al sol, optando por estudiados y bajos procedimientos para dar un curso paulatino en la recogida de fiambreras y canastos, hasta el punto de que en algunas ocasiones les hacían esperar hasta tres horas, durante las cuales, y en sus sufrimientos, no dejaban de ser el sainete de la hez, ya que las hembras de los salvajes se concentraban en las inmediaciones del edificio a esta hora, pro­rrumpiendo en insultos que se mezclaban con carcajadas provocativas de unos estetas al ob­servar en dichas señoras los demostrativos ges­tos de padecimiento producidos por los azotes de la estación, espectáculo cruel que vino repitiéndose durante los veinte días de la domi­nación.

Para hacerse una idea todavía más exacta de los instintos abominables de éstos, baste decir que al llevar la comida al detenido Juan Rome­ro su anciana madre, doña María Muñoz, debi­do a estas circunstancias, personas piadosas le facilitaban una silla con que poder soportar las molestias reseñadas, a lo que los rojos, grose­ramente, se opusieron, amenazándole de muerte si volvía a «permitirse tal comodidad».

En el edificio de la cárcel permanecían los elementos más peligrosos para los rojos, y am­plia prueba de ello es el que los que ingresaban en ella eran en concepto de condenados a muerte.

Como las turbas invadieran los tres Bancos Sucursales que hay en esta ciudad para ver las cuentas corrientes que tuviera cada señor de los detenidos, una vez enterados, se dirigieron hacia la cárcel, provistos de talonarios de che­ques que al efecto consiguieron; allí, amenaza­dos y encañonados con escopetas los detenidos, les exigían firmasen los mismos por la cantidad que se les antojaba; otras veces, y esto con bastante frecuencia, de manera violenta y alar­mante, obligaban a los detenidos a que entraran en pequeños calabozos, donde tenían que estar apiñados, siéndoles casi imposible la vitalidad por la falta de oxígeno.

A doña Josefa Valenzuela de Blanco, que su­frió detención en compañía de 150 señores, golpeáronla fuertemente con un cuadro que existía en la celda que le servia de prisión.

Análogo trato dieron al resto de los deteni­dos, sobresaliendo el dado al vecino conocido vulgarmente por Gil Robles, a don Félix García de la Peña y a don Jesús Gómez, catedrático con ejercicio en Mérida; al segundo de los nom­brados hiciéronle perder el juicio, y al tercero quemáronle las pupilas, a cuyo electo, refina­damente, tomaron una vela, y las gotas de cera que de ella se desprendieran fueron las que utilizaron para este incalificable fin.

Esta actitud se producía con más intensidad en los rojos al tener conocimiento de alguna desagradable noticia dé carácter bélico en la marcha de sus ejércitos, como era la pérdida de algún pueblo u otro cualquier desastre.

La horrible tragedia en el patio de la cárcel

El día 6 de agosto, y al tener conocimiento de que las fuerzas nacionales se encontraban en las proximidades de Los Santos de Maimona, a todos los detenidos de la cárcel los pasaron al patio de la misma, cerrando fuertemente la puerta que comunica al interior para que de ninguna manera pudieran refugiarse (esto fue en la noche), y a las tres próximamente de la madrugada del siguiente día echaron a vuelo las campanas, señal convenida seguramente para efectuar el reparto de armas que en la no­che anterior, y procedentes de Madrid, fueron traídas al Ayuntamiento.

A las doce de este día, y por haber observado que las tropas nacionales habían pasado del pueblo de Villafranca, dirigiéndose hacia éste, desde el exterior del patio de la cárcel, por es­caleras colocadas en una de sus tapias, en el corral colindante de un vecino, se asomaba una cabeza de rojo como en exploración, e inme­diatamente es arrojada a dicho patio la primera bomba de mano, que fue, sin duda, la que más daño causó en los indefensos por cogerles to­talmente desprevenidos; sucesivamente, y con el desenfreno del envenenamiento, siguieron arrojando bombas hasta el número de diez, mas como los autores asomáranse nuevamente y observaran que aún había señales de vida en algunos de los detenidos, valiéndose de un cubo, y a boleo, rociaron desde las mismas ta­pias gasolina a los presos y patios, y una vez hecha esta operación, cogían algodones impreg­nados y, encendidos, los arrojaban para que se produjera el incendio.

La imposible descripción del monstruoso es­pectáculo lo epiloga el que, para rematar (por si alguno quedaba todavía con vida), empezó un rápido tiroteo de fusil sobre el repetido pa­tio, habiendo resultado de los cuarenta deteni­dos que existían, 25 destrozados por las bom­bas y totalmente carbonizados.

Verdaderamente novelesco parece el cómo pudieron salvarse de este infierno de metralla y balas el resto de los detenidos. Sin duda alguna ha sido la Divina Providencia, representada para unos, en una cocinilla con techumbre de cinc que existía en aquel lugar y que les sirvió de refugio, teniendo que utilizar, podríamos de­cir, como valla infranqueable del fuego y las balas, la que quedó hecha con los propios ca­dáveres de los mártires al caer en este estado amontonados unos sobre otros a la entrada de la mencionada cocinilla; para otros, el que las llamas del patio fue obstáculo para los propios que la produjeron (castigo del Supremo), pues llenas las paredes de gasolina, las llamas pro­ducidas al incendiarse se elevaban a gran altu­ra, impidiéndoles, por tanto, a los que dispara­ban, hacer con precisión la puntería.

Digno de reseñar es la serenidad con que procedió don Alfonso Iglesias; serenidad sin duda que le ha valido para poder comentar el caso, siendo su salvación un verdadero milagro; pues una de las víctimas, don Juan Alcántara, se encontraba refugiado con el cuerpo de dicho señor y en tal posición recibió el tiro de fusil en la garganta que le produjo la muerte instan­táneamente.

El señor Iglesias, también milagrosamente, fue salvado con anterioridad, y como digo sin duda alguna por la serenidad llevada a efecto, pues viendo que el fuego iba a alcanzarle y prender las ropas impregnadas de gasolina, desnudóse completamente, por cuyo motivo no sufrió más que algunas quemaduras en los pies y piernas y herida de metralla en la pierna iz­quierda.

También quiero hacer reflejar la iniciativa, que siendo magnífica en propósito, pudo haber sido trágica en consecuencias; fue tal la idea concebida por los detenidos Miguel Villena, obrero albañil, y Pedro López Cabeza:

Éstos intentaron desesperadamente coger la vigueta de hierro que sostenía la techumbre de la cocinilla para dar golpes sobre la puerta que comunicaba al interior de la cárcel, y, una vez destrozada, refugiarse en éste; pero al intentar efectuarlo recibieron la descarga que les produ­jo la muerte; de haber conseguido este propósi­to, como antes indico, tal vez hubiera sido más trágico el final del resto de los detenidos, ya que al quitar dicha vigueta hubiese caído el techo de la cocinilla, fomentándose el fuego en las mismas proporciones que el cinc antes impedía.

Los que perecieron en repetido edificio de la cárcel son: don Javier Merino Martínez y sus hijos don Antonio y don Saturnino; los tres her­manos don Pedro, don José y don Antonio Ló­pez Cabezas; don Manuel González y González, don José Terrón Vargas, abogado; don Ángel López Crespo, don Francisco Cabezas Gallardo, don Juan Alcántara y Alcántara, don Juan Pe­dro Arias Merchán, don José Cano Gómez, don Manuel González Ojeda, don Domingo García Vélez, don Manuel Nieto Marín, don Antonio Santos Alcañiz, don Máximo Álvarez García, don Miguel Villena Ballesteros, don Alberto Díaz de Toro, don Francisco García Barrientos, don Manuel Bordallo Víziazo, don Agustín Ló­pez Navarrete, don Manuel Guillén Ramos y don Juan Limón Borrero.

Por los efectos de la metralla han sufrido la pérdida de una pierna los detenidos en Las Monjas don Aquilino de la Hera Marcos y don Francisco Díaz de Toro.

A consecuencia del proceder de la plebe, ha sido completamente destruida la parroquia.

La calidad de los dirigentes y ejecutores nos la hacen ver sus ilustres apellidos

Cuéntanse como principales dirigentes y au­tores de los repugnantes hechos: «el Botello», «el Conejo», «el Núo», «el Hermanito», Manuel Pérez «el Sombrerero», y las rameras conocidas por «la Ramona» y «la Sopa», encargadas de apalear a los detenidos; autores igualmente de los asesinatos cometidos con los detenidos en el convento de las monjas, y que fueron don José Jiménez Marcos, oficial del Ayuntamiento, y los obreros Guillermo Barroso Álvarez y Manuel González Dorado.

La serenidad de un detenido salva la vida de muchos

No sería justo el no hacer resaltar la sereni­dad, valentía y heroísmo llevado a cabo por el también detenido en el patio de la cárcel, el joven oficial de Artillería don Jaime Ozores Marquina, quien recogía con una manta, y cuan­do venían por el aire, las bombas, quitándoles la mecha, evitando con esto la explosión de muchas, al mismo tiempo que ordenaba a los que aún permanecían con vida se arrojaran al suelo sin hablar, salvando así la vida de mu­chos.

Después de haber estado unos minutos co­mentando la obra de «España en llamas» con el serio, pero muy simpático, jefe comarcal cama­rada Carlos Novillo, con quien presencié la representación de la misma en el teatro Caroli­na Coronado, me dirijo a Mérida.

Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.175-185

EXTREMADURA BAJO LA INFLUENCIA SOVIÉTICA (XIV): VILLAFRANCA DE LOS BARROS

XIX.- Los sucesos de Villafranca de los Barros

Ciudad con unos 15.000 habitantes, a 12 kiló­metros de Almendralejo, adonde pertenece judi­cialmente, y a 60 de la capital, con estación férrea en la línea de Mérida a Sevilla y carre­teras a Almendralejo, Zafra, Campillo de Llerena y Fuente del Maestre. Produce cereales, acei­te, vinos, legumbres, hortalizas y ganadería.

Para los eruditos, es Villafranca la antigua Pereyana, no faltando argumento para apoyar esta creencia en los objetos encontrados que forman el tesoro de su Museo Arqueológico. Es, sin disputa, la tierra más feraz de los Ba­rros y el orgullo de los ganaderos, por la selección de sus ganados.

Al producirse el dominio de los rojos en esta ciudad se experimentó un caso extraordinario por lo distinto, al llevar a cabo las detenciones, pues siguieron una norma distinta a la que era general en los demás pueblos. En éste no recayeron precisamente en elementos destacados por ser de orden, derechistas, falangistas o capitalistas; está demostrado de una manera evidente que existió para éstos un propio personalismo, producido sin duda por la enemistad y la venganza o la rencilla particular.

Figuraban entre los detenidos y perseguidos los siguientes señores: José Espinosa, Moro, Vicente Rodríguez Martínez, Catalino Soler Pintor, Félix Fernández Vega, Francisco Márquez Rubio “el Burguillano”, don José Bermejo Durán y su hermano don Manuel, médicos y don Joaquín Viñeta Pons, juez municipal.

Estos tres últimos, como dejara orientado, y como parte demostrativa de la veracidad, fueron detenidos, no precisamente por su significación de derechas, ni mucho menos por provocación fascista con anterioridad al triste y glorioso 18, sino sin duda alguna por interés o venganza que contra ellos pudiera haber abrigado algún individuo del Sindicato que, asalariado por ellos, recibiera alguna amonestación, con falta de diplomacia o serenidad, quizás por esta propia indignación, o por el comportamiento malo de los obreros, envenenados por los malditos Sindicatos.

Hasta ochenta llegó el número de detenidos, los que sufrieron prisión durante veinte días y en el sitio destinado a cárcel, que fue la iglesia; el trato no fue de los peores, si bien los propósitos fueron más que criminales. En la madrugada del 7 de agosto llevaron a cabo su intento; rociaron de gasolina la sacristía y prendieron fuego con intención de quemarlos vivos, al mismo tiempo que desde un edificio de enfrente les hacían descargas de fusilería; pero las llamas respetaron a los presos; mientras esto sucedía pasaba por la carretera la avanzadilla del comandante Castejón, que hizo unas descargas para llamar el enemigo a la pelea, pareciéndole a los marxistas más oportuno huir a los pueblos inmediatos, quedando éste limpio de dirigentes y milicianos, de tal forma, que un cabo con su escuadra pudo tomar el pueblo. Las fuerzas, como no le contestaran al fuego, y seguramente no figurara en el objetivo militar del día, siguió para Almendralejo, retrocediendo a esta ciudad el 9 de agosto, siendo este el día de verdadera redención, pues aunque durante los dos días anteriores el enemigo era en escasísimo número, no cesaban de decir que se pusieran banderas rojas y se quitaran las blancas.

* * *
El día 10 de agosto sufrió la ciudad el contraataque de una columna formada por unos 800 milicianos; pero Villafranca que contaba para defenderse con 35 legionarios y los falangistas, cada uno en su puesto, se defendió con la valentía propia en ellos, y habiendo juntado a esto el ejemplo valeroso del jefe provincial, camarada Carrasco, 10 o 12 solamente, que formaban el puesto por donde pretendieron entrar, los mantuvieron a raya, hasta que, avisadas las fuerzas de Almendralejo y llegadas a ésta des­plegadas en guerrilla, pusieron en vergonzosa huida a la columna roja, habiendo tenido que lamentar la muerte heroica de dos falangistas y un legionario

Saqueos y destrozos

Relativamente en esta ciudad hubo pocos y de escasa importancia, habiendo llevado a efec­to algunos en los cortijos y varios edificios de la población, y en cuanto a la destrucción de edificios y efectos religiosos, sólo ha sido des­truido lo que alcanzara el fuego producido al intentar quemar los presos.

Principales salvajes

Ángel Medel Carreras, Jesús Yuste Marzo, Manuel Borrego Pérez y Evaristo Santiago, puede decirse fueron los responsables y autores de todos los desafueros cometidos durante la trágica dominación. Y de camino a ver qué sucedió en Almendralejo.

Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.170-174

EXTREMADURA BAJO LA INFUENCIA SOVIÉTICA (XIII): FERIA

XVIII.- La infame orgía que preparaba la plebe marxista en Feria

Villa con unos 4.500 habitantes, a 16 kilómetros de Zafra y a 56 de Badajoz, siendo su estación más próxima la de la cabeza de partido, en la carretera de Badajoz a Sevilla; sus producciones principales son: aceite, vino, cereales, ganaderías, minas de cobre gris y argentífero.

Para Florián de Ocampo es esta villa la Seria de los Celtas. Diéronla los romanos el título de Fama Julia. Celebrado más tarde por la fortaleza de su castillo, convertida en condado y más tarde en ducado cuyo título ostentan los descendientes de Lorenzo Suárez de Figueroa, que fue 34º maestre de la Orden de Santiago.

Éste es un pueblo que cuando se da vista a él ofrece un panorama pintoresco y verdaderamente admirable, pues está enclavado en una gran altura y a un nivel de unos 600 metros sobre el mar; por tanto, después de dar grandes rodeos en la carretera que conduce al pueblo, sólo es posible subir a la plaza, lugar que está próximamente en el centro de la población; el resto de la misma no sólo no se puede subir en coche, sino que a pie es de un trabajo extraor­dinario.

* * *
Unos cuarenta individuos fueron los detenidos en esta villa e inmediatamente que se inició el dominio de los marxistas, y que fue el día 18; entre los que se encontraban don José Buzo Ti­noco, médico titular; don Andrés Plana Bellorín, sacerdote; don Bartolomé Leal y Leal, maestro nacional; don Diego de la Concha Tinoco de Castilla, abogado; don Carlos Franco Bece­rra, estudiante; don Constantino Sánchez Gui­jarro, maestro nacional; don Alonso Rodríguez Guijarro, estudiante del Magisterio, y los obre­ros Timoteo Cortés Franco, Nicolás Franco Noriega, Bernardo Domínguez, José Antonio Cor­tés Salguero, Manuel Capellán, José Cortés Franco, Ángel González, Manuel Rivera, Vicen­te Sánchez y otros, los que fueron conducidos a la iglesia, convertida en cárcel.

El trato que recibieron durante su prisión fue realmente inhumano; no permitían que les vie­ran sus familiares, por lo que algunas veces quedáronse hasta sin comer; en otras ocasiones llegaban los milicianos amenazándoles con fusi­larlos, diciéndoles al mismo tiempo, con cierta burla, fueran rezando lo que supieran. Una vez llegaron hasta el punto de sacar a varios de ellos y llevarlos al campo. Allí les ponían delan­te los útiles de enterramiento, simulando con algunos que ocultaban de los demás, un fusilamiento, incluso hasta haciendo disparar las escopetas.

Información religiosa

En cuanto a este extremo, todo lo relacionado con la religión y que en otros lugares fueran destrozados o incendiados en éste se respetó, si bien en una de las listas que cogieron en el Sindicato a la entrada de las tropas, estaba es­crito el proyecto de Fiestas que pensaban llevar a cabo con motivo del día del patrón (San Bar­tolomé). Consistía este festejo en celebrar un banquete en e1 paseo de esta villa denominado La Corredera, Plaza de la Iglesia, al que concu­rrirían los afiliados a la Casa del Pueblo, y éste sería servido por las jóvenes de las familias de derechas de la población completamente desnudas, y después de celebrado cometerían con ellas toda clase de excesos, canalladas que no llevaron a efecto por la oportunidad de las fuer­zas de regulares y una Centuria de falangistas gallegos que llegaron a este pueblo unos días antes para su reconquista.

Saqueos

Para dar una prueba de la forma en que llevaban a efecto los mismos, quiero dar copia literal de las actas de incautaciones de las fincas, cortijos, muebles y demás efectos que se encontraran en los mismos, al tiempo que al leerla pueden darse los lectores cuenta más exacta de la ortografía de estos sujetos.

Documento marxista

«En Feria a 27 de Julio de mil novecientos treinta y seis, y siendo las cinco de de la tarde procedimos a la incautación del cortijo y tinca de la Jimena propiedad del vecino de Zafra don Teresa Saenz Azores y que en la actualidad disfruta como heredero D.Manuel Garcia Goitia en representación de su señoray el cual se encuentra detenido por enemigo al regimen, se procedio a dicha in cautacion con el siguiente imbentario unas 25 fanegas de monte alto y unas 18 de olivosen la primera osea en el monte alto se encuentra un cortijo que tenia todas sus puertas franqueadas y que en dicho cortijo abia unas cosecha de cebada y abena quesegún manifestacíon de el guarda es a medias con este tambien hay una yegua con dos qrias, corno así mismo una piara de obejasdeunas doscienta cincuenta aprosimada mente, y no encontrando nada mas en referida finca co en elcortijo se dio por terminado este enventario aciendole saver al guarda que de dicha finca ycortijo no saliese nada sin autorización de este comitey que para mayor resguardo se pondrian dos guardas hasta segunda orden.- El alcalde Serafin Noriega.- El guarda o encargado Joaquín.- ilegible.- Testigo.- Ildefonso Muñoz y Manuel Gil, todos rubricados.- Hay un sello en tinta oscura que dice, Alcaldía de Feria, Badajoz».

Además del acta copiada, obran en nuestro poder, en el mismo y otros estilos raros y verdaderamente curiosos, hasta el número de ocho; en algunas de ellas, y por las firmas, se saca en consecuencia lo bien que marchaban los familiares para ir acaparando efectos que les rindieran desahogo, comodidad y hartura. En otras de ellas, y al reseñar lo que existiera en las distintas fincas, aparecen cosas como la siguiente: «abes de pico», la «tociná», etc.

Cabecillas rojos

Entre los dirgentes rojos encontraban como principales: Bartolomé Leal Sánchez, farma­céutico (principal envenenador de las concien­cias del pueblo y difusor de las ideas marxistas); Serafín Noriega Noriega (éste era el alcalde, un borracho habitual y testaferro del anterior), Valentín Bravo «el Chito», jefe de la Juventud Comunista y Juan Cortés Franco (asaltadísimo y propulsor de la idea de dar fuego a los presos).

El culto y amable jefe local, camarada Balbi­no Madera Rodríguez, me informa de que en las proximidades de esta villa y en la finca deno­minada la “Dehesa Nueva”, sita junto al cruce de la carretera general, fue asesinado el teniente coronel Seguí que, como recordarán los lec­tores, se había internado en dominio de los rojos por confusión de carretera. ¡Cuánta trai­ción y canallada encierran las guerras! Pues me informo que el chofer que cambió el camino lo había hecho ya con anterioridad con otro señor que tuvo el mismo fin.

Para continuar mi informe me dirijo al pue­blo de Villafranca de los Barros.

Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.165-170

EXTREMADURA BAJO LA INFUENCIA SOVIÉTICA (XII): MONESTERIO Y LOS SANTOS DE MAIMONA

XVI.- Heroico proceder de un vecino de Monesterio

Villa de 8.000 habitantes, a unos 12 kilómetros de Fuente de Cantos, donde pertenece judicialmente, y a 120 de Badajoz, que es su carretera; las estaciones más inmediatas son Santa Olalla del Cala (Huelva), a 25 kilómetros, y Usagre - Bienvenida; sus producciones son aceites, vinos y ganadería.

Parece que esta villa fue la Pagi, palabra equivalente a frontera, pues debió serlo de Turia y Bética; su nombre se debe a un Monasterio de Monjas.

A las doce del día 10 [sic, 19] de julio empezaron a practicarse las detenciones, recayendo éstas, entre otras, en los falangistas Jorge Manzano Morales y Antonio Lancharro González, los que fueron conducidos al teatro de la localidad, que destinaron a cárcel. Es evidente que sus propósitos eran, una vez de haber detenido a todos los que figuraban en sus listas, rociar el edificio con gasolina e incendiarlo, pero las detenciones cesaron, porque al llevar acabo la del veterinario don Santiago Blanco Garrón, éste se resistió de la más heroica y decidida forma desde su domicilio, y ayudado por uno de sus hijos, de corta edad, quien le iba entregando los cartuchos, comenzó a disparar la escopeta contra la multitud armada, compuesta por unos 200 milicianos, resistencia que duró cerca de dos horas, habiendo dado muerte a uno de los rojos e hiriendo a varios, y así mismo recibiendo el señor Blanco un balazo en el brazo y perdigonada por todo el cuerpo, siendo este el motivo, como antes indiqué, de que lejos de continuar las detenciones, fueran puestos en libertad los siete señores que permanecían detenidos en el mentado teatro al tener conocimiento los rojos de la llegada de fuerzas de la guardia civil de pueblos cercanos, que con motivo de que en el asalto al cuartel de la guardia civil resultara muerto el guardia Grajera, hizo acto de presencia en esta localidad.

La efervescencia roja tuvo apaciguamiento, aunque efímero, con motivo de los sucesos relatados, pero alentados por la furia gubernamental, el día 23 de dicho mes constituyóse el comité revolucionario de U. H. P., Comité que, al observar que al día siguiente se marchara la guardia civil que al efecto se había concentrado, comenzaron de nuevo a efectuar detenciones, llegando éstas al número de cuarenta y recayendo en los señores siguientes: don José Sayago Romero, abogado; don Juan Manuel Lancharro Sayago, abogado; don Manuel Pérez Carrasco, abogado; don Jesús González Martín, médico; los falangistas José Antonio Lancharro, actual Jefe Local, Jorge Sánchez Manzano, Tadeo Cantillo Carballar, Jorge Manzano Morales, los hermanos Jiménez Villalba, Francisco Lancharro Conejo, y los hermanos Martínez Olmo. Estos detenidos fueron conducidos a la prisión que establecieron en los grupos escolares, en los que fueron objeto de los más groseros insultos y toda clase de vejaciones. Las comidas eran minuciosamente registradas, y a los obreros Jorge Sánchez Manzano, Francisco Lancharro Conejo y José Martínez Olmo, les prohibieron terminantemente compartieran la alimentación con los pudientes que se las ofrecían.

No quiero pasar sin hacer, aunque simplemente, un bosquejo del refinamiento en la crueldad que profesaban los hijos de Marx, de Monesterio. Está ampliamente demostrado que los sujetos que componían el comité, revestidos de una vergonzosa cobardía (en ellos tan característica) en efectuar los asesinatos, o mejor dicho, en ser los propios ejecutores, con astucia criminal, dedicábanse a embriagar a los milicianos encargados de la custodia de los detenidos, con los propósitos de que en este estado les fuera más fácil violentar sus ansias criminales con que cometer la crueldad.

Saqueos

En este pueblo parece ser que quisieron darle un viso de legalidad al llevar efecto los mismos, a cuyo efecto el comité ordenaba se desplazase una comisión, la que iba a todos los domicilios de las personas de orden, exigiéndoles cereales, comestibles, dinero, etc., alegando eran destinados para las tropas leales; procedimiento que, no dejando de ser un saqueo o robo con todas sus consecuencias, consiguieron darle una forma de verdadera legalidad republicana.

Información religiosa

Una iglesia, la parroquial, denominada con el nombre de su patrón (san Pedro), existe en esta villa; sus dimensiones son regulares, edificio seguramente del siglo XVII, en ellas existían unas quince o veinte imágenes escultóricas, algunas de relativas antigüedad y verdadero mérito, como Nuestro Padre Jesús Nazareno, el Señor del Paso, y la Virgen de los Dolores, escultura esta última moderna, pero de bastante valor; en la actualidad todo destruido por el fuego y destrozado con hachas por la criminal mano marxista, como igualmente el órgano que en ella existía, de un verdadero valor; tenía una remota antigüedad y un mérito extraordinario.

Dirigentes y ejecutores

Entre los autores de tales hechos encontrábanse como dirigentes Elías Torres Lorenzo, de filiación socialista y Presidente del comité, y Miguel Díaz Acosta, maestro nacional, y como ejecutores criminales, Manuela Campano (a) Gata Rabiosa, Ramón Lozano (a) Piqueras, el conocido como el Viño, Basilio Bautista (a) el Mosquetero, Presidente de la Juventud Socialista, y los tres hermanos Chino.

La dignidad de un obrero falangista

Al terminar mi informe me facilitan un dato, el que no sería justo dejar de reseñar, ya que es un gesto verdaderamente digno y caballeroso del obrero agrícola falangista Antonio Palomas Iglesias, que estando en la cárcel le ofreció el comité ponerlo en libertad si se afiliaba a la Casa del Pueblo, o de lo contrario sería asesinado, contestando éste resueltamente: “¡Yo, contra mis ideas, no voy a ningún sitio, quemarme si queréis!”. Verdaderamente emocionado con el proceder de los nuestros, me dirijo a los Santos.

XVII.- El combate de Los Santos de Maimona

Villa con unos 9.000 habitantes. Su partido judicial es Zafra. A 65 kilómetros de Badajoz. Estación férrea en la línea de Mérida a Sevilla. Sus producciones son: aceite, vinos, miras de hulla y cereales.

* * *

Nada digno de mención con respecto a hechos crueles durante el dominio rojo ocurrió en esta villa, a excepción de las detenciones de los señores don Julio Llerena Aguilar, abogado; don Sixto Flores Flores, abogado; los falangistas Luis Tovar Valles, Juan Murillo Rico y Cayetano Gordillo Carrasco; los obreros Julio y José Montilla (hermanos) y Julián Ronceros: don Juan Blanco Guisado, secretario del Ayuntamiento, y sus tres hijos Juan, Luis y Lorenzo.

El actual jefe comarcal, camarada Juan Blanco Gordillo, como también el camarada Fabián Zapata, se encontraban detenidos con anterioridad al Movimiento, habiendo sido trasladados a la cárcel del partido.

Quiero hacer constar que todos estos señores detenidos fueron respetados, como así su iglesia parroquial, sus dos ermitas y todas las imágenes y objetos que en ellas se encontraban; por tanto, sólo, y como dato importante, demos nota del combate que hubo de desarrollarse en los alrededores del pueblo, en una sierra próxima, entre las fuerzas nacionales y una columna compuesta por dos mil marxistas al mando del cobarde Teniente Coronel Puigdengolas que, procedentes de Badajoz, y para hacer la defensa de esta población, vinieron, habiendo sufrido, tras un duro combate de ocho horas, la derrota más vergonzosa y que más le obligase a huir, temiendo al ímpetu de los bravos soldados del Teniente Coronel Asensio.Después de este pequeño informe continúo mi ruta, dirigiéndome al pequeño pueblo de Feria.

Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.157-164

EXTREMADURA BAJO LA INFUENCIA SOVIÉTICA (XI): FUENTE DE CANTOS




Ilustraciones originales del libro de Rodrigo González Ortín

XV.- El incendio de la Iglesia de Fuente de Cantos, destinada a prisión, y dictámenes de las autopsias realizadas en los cadáveres de las víctimas

Cabeza de partido judicial, villa con unos 11.000 habitantes: a 15 kilómetros se encuentra su estación más próxima, Usagre-Bienvenida, en la línea Mérida-Sevilla. En la Carretera de Pallares, pasando por Montemolín con enlace en la de Castuera a Ventas de Culebrín. Está situada al sur de la provincia, entre los partidos de Zafra y Almendralejo. El terreno es quebrado pues pertenece a las ramificaciones de Sierra Morena, en la cuenca del río Ardila, estando en las carreteras de Badajoz a Huelva. En este término existió el pueblo llamado Aguilanejo, cuyas ruinas se encuentran en el camino de Segura de León; existió un convento o casa de los Templarios, habiéndose hallado cimientos muy antiguos, monedas romanas, etc., por lo que se supone que en los alrededores tuvo la ciudad de Vultimaco, así llamada hasta la época de las guerras civiles entre César y Pompeyo, la que tomó el nombre de Contributa Julia. En el cerro de los Castillejos se ven construcciones ciclópeas, monolíticas y grandes piedras o cantos, de lo que pudo recibir su actual nombre. En esta villa combatieron los generales españoles Butron y Carreras, en septiembre de 1810, contra los invasores franceses.

Sus principales producciones son cereales, garbanzos, hortalizas, algo de vinos y aceite, existiendo también telares de lana para jergas.

No quisiera al visitar este pueblo dejar de decir algo relacionado con una de sus más grandes glorias; seria tanto como buscar la quimera con el amor propio de sus vecinos. Hay que evitarlo ¿cómo? haciéndoos saber un documento, cuya copia literal es la siguiente:

«Don Manuel Alemán Carbajal, párroco arcipreste de Fuente de Cantos. Certifico: Que en libro tercero de bautismo, folio ciento setenta, se encuentra la siguiente literal partida: «En la villa de Fute. de Qts. a siete días del mes de Noviembre de mil quinientos y noventa y seis años el Sr diego martinez montes cura de la dca villa bautizó a un hijo de Luis de Zurbarán y de su mujer Isabel Márquez, fué su padrino pedro gaia del corro, presbítero, y la partera maría domínguez a los quales se les Exhortó el parentesco y la obligacion que tienen y se llamó franco. y lo firmo. Diego mnz. Montes. Rubricado.—Y para que conste, expido la presente en Fuente de Cantos a trece de enero de mil novecientos treinta y siete. Manuel Alemán. Rubricado.—.Hay un sello en tinta violeta que dice: Parroquia de Nuestra Señora de la Gra­nada. Fuente de Cantos.

¿Conocéis la partida? Yo os felicito por la gloria de vuestro pincel.

***

El culto y amable camarada José Fernández Jurado, secretario de las J.O.N.S., es el que cariñosamente se pone a mi disposición para informarme, haciéndome objeto de toda clase de atenciones y dándome las facilidades nece­sarias.

En este pueblo al iniciarse el movimiento, precisamente el mismo día 19, y en las horas primeras de su día, se notó de manera patente el predominio y arraigo de las ideas extermina­doras de la ola soviética, pues es este pueblo extremeño, sin duda entre los de mi ruta, en el que existía más completa y precisa la organiza­ción criminal de extrema izquierda, tal vez por el efecto del eco de la voz de la Nelken y sus «conspicuos», que alcanzaron su candidatura por esta demarcación. Es quizás este pueblo el primero en España en que empezaron a cum­plirse los monstruosos propósitos de esta plebe hidrófoba.

Uno de los primeros detenidos es el camarada, Francisco Perera Salguero, obrero, de pro­fesión organista, que lo hago llamar a mi pre­sencia, y a las preguntas que le hago me contesta haciéndome el siguiente relato: El día 19 de julio, y a las cinco de la mañana, se pre­sentaron en mi domicilio unos cien salvajes, los que iban armados de escopetas, palos, hachas, espadas y otras armas por el estilo. Con pala­bras amenazadoras y groseras, propias de estas turbas, me requirieron a que les entregara las llaves de la parroquia, que por la categoría de mi cargo tenía en mi poder; yo me negaba siem­pre buscando evasivas. Tras un minucioso ca­cheo, rodeada mi cabeza de pistolas criminales, me llevan detenido al domicilio del coadjutor encargado de la parroquia, siendo objeto de una de las más conmovedoras palizas, a golpes de palos, culatazos, sables y hasta con una maza de hierro, por lo que me encuentro con estas heridas. (Me muestra el cuerpo y aún se apre­cian, por su gran pronunciación, cicatrices de gran tamaño en el tórax, costado, antebrazo, frontal y parietal; heridas algunas cuyas cicatrices han de ser la mejor prueba del proceder de los monstruos.) Soy conducido y encerrado en uno de los departamentos de las Casas Con­sistoriales; allí me encuentro con 62 personas ya detenidas, entre ellas tres señoras; una de ellas, doña Matilde Nogales de Fernández, la cual llevaba consigo sus dos hijos, uno de cuatro años y el otro más pequeño, de pecho; don Francisco Herrera de Llera, juez de instrucción del partido; al camarada Federico García Romero, inspector farmacéutico municipal el cual se encontraba ya herido a causa de los golpes de maza recibidos, según pude poste­riormente informarme; al camarada Eusebio Gornago Fernández, secretario judicial (éste estaba enfermo crónico de gravedad desde hace varios años); al camarada Melitón Guillén, ofi­cial del Ejército retirado de Azaña; a don Pedro Jesús Gordo López de Ocáriz, abogado, y varios obreros más, de todos los cuales tenía el re­cuerdo confuso propio del estado lamentabilísimo en que me encontraba, recuerdo que he podido concretar con absoluta claridad des­pués.

Estas personas fueron mis compañeros de martirio en sucesivos días, aun cuando no lle­garon con ellos al refinamiento de crueldad de que a mí me hicieron víctima, a causa de haberme destinado a fines mefistofélicos, cuales son, por ejemplo, el de que fuera yo, una vez extin­guido el fuego de la iglesia parroquial, quien avisara a los que providencialmente lograron escapar de la catástrofe para que fueran salien­do de la iglesia, en razón a que los salvajes decían que les perdonarían la vida, más en rea­lidad, según pude oír, era con objeto de irlos asesinando conforme fueran saliendo, a cuyo efecto, me hicieron entrar en la expresada Igle­sia a empujones y por la portada que aún per­duraba el fuego; posteriormente destináronme a que fuera quien declarara que toda la horrible catástrofe la habían provocado las derechas, a quienes yo había entregado las llaves dé la iglesia parroquial que poseía en virtud de mi cargo, y que a consecuencia de eso ellas fueron quienes habían puesto en la parroquia bombas y líquido inflamable origen de la tragedia. En varias ocasiones, y sobre todo ante un llamado juez especial, quisieron obligarme con terribles amenazas (y hallándome recluido ya en la pri­sión, no obstante mis heridas de estado grave) a que declarara al tenor expresado, sin que lo consiguieran, y hubieran cumplido su promesa de asesinarme ante mis negativas sí al día si­guiente no nos hubiesen salvado la vida mila­grosamente las gloriosas tropas salvadoras de España.

En esta forma termina su relato el camarada Perera Salguero, primer mártir de la horrible tragedia local.

Como dejé anotado al principio de este infor­me, el secretario local me informa de las crueldades causadas por las hordas marxistas, co­munes ya a todas las numerosas víctimas de los hijos de Carlos Marx, en los términos si­guientes:

En la madrugada del día 19 del último julio, fecha inolvidable de la efeméride local, la fauna marxista lanzóse a la calle armada, como dejá­ramos apuntado antes, de escopetas, pistolas, algunos sables y espadas, palos, mazas y po­rras, dando comienzo al prólogo de la tragedia que había proyectado: allanamiento de morada, registros violentos domiciliarios, insultos, injurias y amenazas.

Dos de las víctimas, don Juan Márquez Real, propietario, y don Manuel Gutiérrez Pérez, in­dustrial, al ser llamados por las turbas tardaron algún tiempo en abrir sus puertas, pues habla­ban por teléfono con el teniente de la Guardia civil jefe de línea don Juan Díaz en demanda de auxilio, en evitación de los atropellos de que sabían les harían objeto la muchedumbre roja. Esta tardanza es pretexto suficiente para que en la casa del primero derriben las puertas, des­trozándolas, e irrumpan en ella como fieras, y para que en la del segundo suenen los primeros disparos, sin mayores consecuencias por esta vez.

Fueron detenidos cuantos ellos pensaron que no comulgaban con sus ideas, o mejor dicho, con sus instintos; esto fue en número de 56. Los llevaron conducidos al Ayuntamiento entre insultos y amenazas constantes, obligándoles a ir con los brazos en alto durante todo el trayecto.

Acompañaban a algunos de los detenidos sus respectivas esposas, en una noble resistencia a separarse de sus maridos, al leer la criminali­dad en la mirada de los verdugos, de que tal vez no volverían a verlos más. Una de dichas señoras, doña Matilde Nogales de Fernández, llevaba también (como ya dijera el camarada que me informó primeramente) sus dos hijos, de cuatro años uno de meses el otro, siendo todos los detenidos, y las señoras e hijos que les acompañaban, recluidos primero en el Ayuntamiento y posteriormente, a media mañana, conducidos a la iglesia parroquial, sita en la misma plaza y frente de las Casas Consistoriales. En dicho lugar quedaron encerradas las 56 personas, entre ellas tres señoras, los dos niños antes mencionados y los ya reseñados, como también unos doce o catorce obreros, siendo todos los demás propietarios algunos y la ma­yoría modestos labradores e industriales tam­bién modestos.

Al dar las tres de la tarde, las campanas de dicha parroquia comenzaron a doblar a muerto, y a tan lúgubre señal prendieron fuego a la iglesia, previamente rociada de gasolina y gas-ol, habiendo momentos antes tapado escru­pulosamente las rendijas de las puertas y ce­rrado las maderas de las ventanas todas, dejan­do la Iglesia a oscuras. Al doblar las campanas sonó la primera descarga cerrada contra las ventanas de la sacristía que dan frente al Ayun­tamiento, únicas que tiene la parroquia, y se­guidamente comenzó a arder ésta con todos los que se hallaban dentro, entre los que se pro­dujo la escena de terror y angustia que es de suponer, al comprender con razón lo que sin más remedio iba a sucederles, ante señales tan elocuentes.

Victimas del natural pánico al ver entrar las llamas en la sacristía, en cuyo departamento se hallaban todos encerrados, consiguieron forzar las puertas de comunicación con el resto de la iglesia, y mientras unos subieron a la torrecilla llamada del Padre Eterno, defendiéndose de las llamas y consiguiendo subir (pues las escaleri­llas que a ellas conducían, haciendo de chime­nea, absorbía el humo en gran cantidad, dificul­tando la respiración), otros, en número de doce, se refugiaron en un cuartito llamado de las ve­las, de unos dos metros cuadrados, en cuyo lugar, rompiendo algunos libros antiguos que allí había, con sus pastas echándose aire, se fue­ron defendiendo, aunque difícilmente, de la as­fixia. Otros, sin conseguir salir de la sacristía, se asomaban a las ventanas y portada principal en busca del aire que les faltaba e implorando con lamentos desgarradores caridad, más ape­nas eran vistos por las fieras marxistas, cuando éstas les hacían objeto de una descarga, vícti­mas de la cual fueron doce personas, entre ellas nuestros Camaradas el jefe local Francisco Bermejo Rubio, Fernando Carrascal Salamanca y Manuel Sánchez Boza, los cuales murieron he­roicamente (como los de su clase) al grito de ¡Viva España! y ¡Viva el Fascio!, según testimonio coincidente de todos los que con ellos se encontraban y que providencialmente consiguieron salvarse. También perdieron sus vidas don Juan Esteban Pagador, abogado; don José María Manzano, industrial; don Manuel Macías To­mas, industrial; don Luis Ibarra Pérez, labrador; don Andrés García Gómez, viajante de Comer­cio que accidentalmente se hallaba en esta plaza, y los obreros Francisco Álvarez Rojas, Antonio Díaz Lancharro Manuel Iglesias González y Fernando Pagador Rosario, todos los cuales, después de asesinados a tiros vilmente, fueron carbonizados quedándolos en tal estado que sólo algunos de ellos, muy pocos, pudieron ser reconocidos.

Heridos gravemente fueron, entre otros, don Daniel Rosario, labrador; don Venancio García, labrador; don Marcial Blanco Garrón, veterina­rio; don Melítón Guillén, oficial del Ejército retirado; don Pedro Díez Salas, labrador; don Federico García Romero, farmacéutico; don Manuel Maestre Benítez, estudiante, y Valentín Rey, albañil, Además, sufrieron síntomas de as­fíxia todos los restantes y perturbación mental don Fernando Fernández Márquez, padre de las dos criaturitas antes mencionadas, que por mi­lagro salieron ilesas.

Por donde el fuego lo permitía entraban tam­bién los salvajes en la iglesia, haciendo en su interior descargas cerradas, salvándose los que en la torre y en el cuartito de las velas se cobi­jaron, por ignorar la plebe la existencia de las puertas de entrada a dichos lugares, que estaban bastante desfiguradas y ocultas por el retablo del altar mayor, más como se dieran cuenta que en la torrecilla había gente, obligaron, como ya dejamos dicho, al camarada Francisco Perera para que les avisara para salir, pero los salva­dos por la Providencia, viendo la intención que llevaban, negáronse a salir como no fuera entre rojos que le garantizaran contra la furia.

Entre ellos salieron, en efecto, teniendo que pasar por entre los muertos, y fueron conduci­dos de nuevo a una habitación interior del Ayuntamiento, donde pasaron la noche en la expectativa angustiosa y tan imposible de des­cribir.

Digno de mención es, por revelar la psicolo­gía de la muchedumbre marxista, que ésta, durante la catástrofe de la iglesia, ebria de alegría, gritaba, alentaba y aplaudía sin cesar a los escopeteros, especialmente cada vez que éstos hacían blanco en alguno de los recluidos en la Parroquia, animándoles incesantemente y «consolando» a las víctimas con frases como éstas, repetidas sin cesar: «Los bistec hacedlos delgaditos, que es como le gustan a los señoritos» y «Ahora, por vuestras mujeres».

Mediada la mañana del día siguiente, fueron conducidos los detenidos del Ayuntamiento a la prisión, con la sola excepción de tres o cua­tro de los heridos más graves y que ellos esti­maban que no pasarían de aquel día, los cuales fueron llevados a sus domicilios.

En días sucesivos en la cárcel amplióse con­siderablemente el número de detenidos, siendo víctimas constantes de amenazas, vejaciones, insultos y humillaciones por parte de la guardia roja, del mandadero de la prisión y de uno de los oficiales de ella, el cual llegó incluso en una ocasión a entregar las llaves de la cárcel al al­calde Socialista, quien con los suyos, Dios sólo sabe lo que hubiera hecho de no haberlo evitado el otro oficial de la prisión, don Vicente Mata Herrezuelo, quien con una valentía y arro­jo, llevados al heroísmo, inmediatamente y con energía le reclamó las llaves, evitando una vez más las trágicas consecuencias de las inhuma­nas ansias de sangre de las bestias rojas, pues ya en anteriores ocasiones dicho benemérito oficial contuvo a los salvajes en horrorosos atropellos que quisieron cometer, siendo por esto la única esperanza de los detenidos, a quienes constantemente procuraba animarles, dándoles auténticas noticias y sirviéndole siem­pre de ángel tutelar, con la natural exposición por su parte.

Proceder de la canalla, destrucción, robos y saqueos

Prohibido terminantemente por el Comité y guardia roja a terceras personas el llevarles las comidas a los recluidos en un ambiente de hos­tilidad y atropello que ni imaginarse puede, los familiares de los detenidos tenían que lanzarse a la calle todos los días tres veces para cumplir este menester, sufriendo constantes humillacio­nes de la guardia de la prisión, quienes regis­traban los comestibles con toda «escrupulosi­dad», examinaban por dentro los bollos de pan, partiéndolos por si algo iba dentro y vertían parte del contenido de los termos, siempre café o leche, en un examen detallado y minucioso de la clase de bebida.

Mientras tanto, la ya pobre ganadería y cosecha eran totalmente destruidas por el robo es­candaloso ordenado por el propio Comité. Las casas eran constantemente saqueadas y quema­dos totalmente todos los archivos oficiales, des­truyendo salvajemente el del juzgado de Ins­trucción, aprovechando dicha ocasión para apoderarse de 3.000 pesetas del señor juez y de un reloj de oro. También fueron completamente destruidos el protocolo notarial, el archivo del Registro de la Propiedad, el de la Comunidad de Labradores y el de juicios de faltas del Juzgado Municipal. Se apoderaron de algunas alhajas que llevaban los muertos en la iglesia. En la ermita del Cristo destruyeron todas las imáge­nes con hachas y azadones, y entrando por los tejados, en la iglesia del Carmen, también des­truyeron algunas imágenes, entre ellas una de la Virgen de las Angustias, talla del siglo XVI, de bastante mérito artístico.

Prostitutas de la población y otras mujeres de la más baja calidad, acompañadas de varios rojos, penetraron violentamente en el convento de clausura de las Carmelitas Descalzas y, mo­fándose de ellas e injuriándolas, las desnuda­ron, vistiéndolas de seglares y poniéndoles prendas a su capricho; entre risas y alborozos las echaron a la calle, teniendo que ser recogi­das en distintos domicilios de personas piado­sas. En la iglesia de Nuestra Señora de la Hermosa establecieron la Cruz Roja, en la cual actuaban de enfermeras y guardianes individuas y personajes de la más baja esfera. A los médi­cos y practicantes les obligaron a hacer visitas con bata blanca y el brazalete de la Cruz Roja, los que iban continuamente custodiados por es­copeteros, recluyéndolos los últimos días en la Cruz Roja que, aunque en su calidad de sanita­rios, realmente estaban como detenidos.
En la noche del 4 de agosto los deseos de sangre de las turbas llegaron a tal extremo que acordaron el asesinato de todos los encarcela­dos; esto llegó a oídos de sus familiares, y en un acto de verdadero heroísmo, lanzáronse a la calle las madres, esposas, hijos y hermano, y apostándose a las puertas de la prisión, defendieron con sus lamentos, lágrimas y con sus propios cuerpos, la entrada de los furiosos, que a todo trance intentaban terminar criminalmente con los detenidos, no efectuándolo por haberse dado cuenta encontrábanse ya las tropas salvadoras en las proximidades del pueblo, por lo que huyeron cobardemente, dando una vez más claras muestras de su «virilidad», pues anteriormente, en otra ocasión, cuando se hallaba en toda su fuga el incendio y la barbarie que tuvo lugar en la igle­sia, apenas vieron asomar una pareja de la Guardia civil, las fieras corrieron despavoridas en desbandada, quedando desierta la plaza, teatro de sus hazañas.

Dirigentes y ejecutores

Puede decirse, sin temor a equivocarse que la dirección de todas estas salvajadas reseñadas y de algunas otras imposibles de describir, ni de retener, no es de carácter orgánico desde el punto de vista local; es decir, que si todo obedecía al plan impuesto por los Co­mités centrales de las distintas organizaciones revolucionarias, en esta localidad, y por sus detalles, no fue el Comité revolucionario, órgano puramente formulario, el que dirigió la que pudiéramos llamar revolución marxista local, sino que aquélla tuvo un carácter eminentemente personalista e individual, estando a cargo la dirección de individuos determinados, los «cons­picuos rojos», los cuales, unos formando parte del Comité y otros sin formarlo, fueron los que llevaron la voz cantante, y, por tanto, los más auténticos responsables, encontrándose entre ellos los siguientes:

Alfredo Hervías Sánchez, farmacéutico e inter­ventor de Fondos municipales; Teófilo García (a) el «Gallino», Presidente de la Casa, del Pue­blo e industrial, quien se fugó con más de 150.000 pesetas procedentes de robo; Luis Alva­rez (a) el «Cabezota», obrero y presidente local del Partido Comunista; Leovigildo, el célebre relojero y más célebre todavía pos sus estafas con las máquinas tragaperras y sus trampas en el juego; José Lorenzana Macarro, alcalde perpetuo socialista (hornero), el que afortunadamente ha sido capturado en una batida por el campo dirigida por el jefe local de Falange, quien lo detuvo y condujo a la Comandancia militar.

Entre los ejecutores criminales, de agudos instintos sanguinarios y autores de las mayores atrocidades figuran, en primer término, José Macarro (a) el «Chato Macarro».

Este sujeto es bajo de estatura, usa gafas con montura de conchas, que sostiene con equilibrio en un remedo de nariz, origen de su apodo; es extraordinariamente feo y de un aspecto criminal y repugnante, fiel retrato de sus instintos; le faltan casi todos los huesos de la boca, lo que acaba de dar a su fisonomía una impresión verdaderamente aterradora; por e1 llamado Gobierno rojo ha sido elevado a la jerarquía de Teniente de Milicias; al frente de su columna va sembrando los crímenes más horrendos y el terror por donde pasa, y habiendo actuado su columna en Campillo de Llerena se le supone, con razón, uno de los principales autores de todo el refinamiento de crueldades que dicha población ha sufrido.

Modesto Macarro. Este es de estatura casi gigante, individuo de pésimos antecedentes penales, siendo el ejecutor de bestialidades como las cometidas en el Juzgado de Instrucción, siendo quien detuvo a su titular; afortunadamente, también capturado por la Falange de Montemolín en una batida.

Juan Guareño, cuñado del «Gallino» (de quien ya hablamos) y brazo derecho de dicho individuo.
Estos han sido los verdaderos ejecutores de todos los atropellos cometidos en esta localidad durante la dominación roja, duradera hasta el 5 de agosto, en que dio fin a dicha dominación el glorioso Ejército salvador, representado por la columna del teniente coronel Asensio, de la cual formaba parte el capitán Navarrete, quien fue el primero que penetró en la prisión y puso en libertad a los detenidos al grito de ¡Viva Espana!

***

No podría marcharme para seguir mi infor­mación en pueblos inmediatos sin dar a conocer el proceder ejemplar, por lo suicida, podríamos decir, llevado a cabo con la actuación digna del médico forense de esta localidad don Félix Capote Gómez y los titulares don Antonio Saban Naranjo y don Miguel Ángel Ruiz de Vargas, pues como hemos dicho, el mismo día en que se inició, con todas sus consecuencias, el dominio rojo, se cometieron las reseñadas atro­cidades; por este motivo los dirigentes de la turba parece ser querían a todo trance dar un viso de legalidad a los asesinatos cometidos, y, sobre todo, demostrar habían provocado los individuos detenidos su propio calvario y de­sastre. Para ello, con motivo del llamado juez especial que para depurar hechos habían envia­do desde la capital, ordenáronle a los mentados doctores efectuaran la autopsia, y con amenazas y coacciones, dirigidas de cierta manera, les indicaban certificaran la misma de manera tan rara cómo falsa y que pudieran ser testimonio de alguna calumnia al atribuirle los crímenes.

Para llevarlo a efecto, se dirigieron al Cemen­terio acompañando a los repetidos profesionales varios matones e «intelectuales» de los Comités, para que con su presencia se coartaran de re­dactar la exactitud de la práctica médica; pero anteponiendo la dignidad profesional y humana al temor de la propia muerte, mientras dos doctores practican la autopsia otro va escri­biendo el resultado de la misma, que en voz alta, sin temor alguno a los presentes, le dictan los del trabajo manual, cuya autopsia o copia literal de la certificación es la siguiente, realiza­da con fecha 20 de julio:

[...]

En coche «Balilla» que nos proporciona la Je­fatura local de Falange, tras un recorrido de 21 kilómetros de buena carretera, llego a Monesterio.

Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.157 -161

EXTREMADURA BAJO LA INFLUENCIA SOVIÉTICA (X): VALENCIA DEL VENTOSO

XIV.- El proceder de las turbas en Valencia del Ventoso

Villa que fue denominada El Berrial cuando estuvo en poder de los Templarios; pertenece al partido de Fuente de Cantos, teniendo unos 6.000 habitantes, a 11 kilómetros de su partido y a 71 de la capital, con estación férrea en la línea de Zafra, siendo sus principales produc­ciones cereales, legumbres y ganadería.

El mismo día 18 de julio, en la noche comenzó la dominación del Comité rojo; al día siguiente y domingo fueron prohibidas la celebración de las misas, dando principio a mediados del mismo la recogida de todas las armas y la incautación y saqueo de las principales casas. Es el día 23 cuando empiezan las detenciones de personas derechistas hasta el número de 38, número que fue aumentado sucesivamente, si­mulando en su maldad que sacaban a los pre­sos y los sustituían en las celdas por otros, para hacerles creer que los antiguos compañeros de prisión habían pasado a mejor vida.

Entre los detenidos encontrábanse los siguientes: don Paulino Rodríguez Sayago, cura regente; don Juan Silva Torres, coadjutor de la parroquia; don Apolinar Barroso Fernández don Antonio Fernández Aguilar, farmacéutico; don Luis Hidalgo Medina, los propietarios Joa­quín Fernández Hidalgo y Andrés Navarro Hi­dalgo y el obrero Antonio Durán Liáñez; pues en este pueblo entre los presos los hubo de to­das las clases sociales, desde el humilde jornalero hasta el más acomodado.

La prisión que habilitaron a este efecto fue el convenio de religiosas Concepcionistas de Clau­sura, lugar sagrado que hicieron objeto de toda clase de profanaciones. A pesar de que las cel­das de las religiosas son de insuficiente capaci­dad para dos personas, eran ocupadas a veces por ocho o diez presos, los que tenían que so­portar desde la mañana hasta el día siguiente el que no les abrieran las puertas ni les permi­tieran salir a hacer sus necesidades.

A los dos sacerdotes ya mencionados les hi­cieron objeto de vejaciones, haciéndoles salir por agua, siendo la burla de los que lo presenciaban; no faltando en el señor Silva Torres el sufrir que lo sacaran una noche y le condujer­an al huerto del convento, donde a su espalda hiciéronle varios disparos simulando un fusila­miento. Al obrero Antonio Durán Liáñez le hi­cieron objeto de los más crueles tratos.

Víctima fue uno de los guardias civiles de este puesto llamado Fernando Rastrollo González, que quedó en Fregenal al marcharse los demás guardias a Badajoz, de donde fue traído la no­che del 12 de septiembre por el Comité de este pueblo, y asimismo horriblemente martirizado y mutilado, lo que hicieron a orillas del río Ar­dila, término de Fregenal de la Sierra, quedan­do en tal estado que fue difícilmente identifi­cado su cadáver.

Saqueos

Los saqueos que fueron llevados a efecto en esta villa son el del convento e iglesia de religiosas Franciscanas Concepcionistas, arrojan­do a la calle a todas las religiosas y destrozan­do todo lo que allí había. Entre las religiosas, todas de las mayores bondades, encontrábase la madre abadesa (tía carnal de Ruiz de Alda), santa religiosa que dominaba en los corazones de todos los valencianos.

La iglesia del convento fue respetada, aunque no del todo, pues robaron un magnífico aderezo de la Inmaculada titular del convento.

El cuartel de la Guardia, civil fue totalmente saqueado, como también muchas casas de las principales del pueblo y cortijos de los que se llevaban vacas y demás ganado para sostener el Economato, el que mantenía a los fugitivos que se concentraron en la localidad procedentes de Riotinto, Cumbres, Fuente de Cantos y Burguillos.

La Clarita Campoamor II

Fueron los encargados de hacer cumplir y cumplir a su vez las salvajadas y atropellos cometidos, entre otros Reyes Gala Fernández (a) el “Niño Gala” que actuaba de juez del Tribunal encargado del castigo de los presos; Rafael González, factor de los ferrocarriles Zafra-Huelva; José Criado Amaya “Caguetilla”, Isidro Follarat (a) “Gaona”, Lorenzo Guarnido (a) “El Jorobado”, José Zama (a) “El de la ruleta” y también como muy principal una miliciana conocida por Clarita Campoamor, cuyo proceder e instinto en todos los pueblos que intervino le han hecho célebre en toda la provincia, sujetos todos que dejaron en paz y tranquilo al pueblo desde el día 16, fecha imborrable, en que llegaron las fuerzas gloriosas y salvadoras, compuestas por la columna mandada por el capitán Navarrete y una centuria de Badajoz al mando del Teniente Roberto.

Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.121-124

EXTREMADURA BAJO LA INFUENCIA SOVIÉTICA (VI): HORNACHOS

XI.- La defensa de Hornachos frente a sus atacantes

Villa perteneciente al partido judicial de Almendralejo, con unos 7.000 habitantes, a 36 kilómetros de su partido y 90 de la capital; la estación más próxima es Villafranca de los Barros, a 27 kilómetros de distancia; está enclavada esta villa en la carretera de Villafranca de los Barros a Campillo de Llerena, pasando por Ribera del Fresno y Puebla del Prior. Produce cereales, corcho y ganadería. El río Matachel riega su extensa vega, en que se produce con abundancia la naranja. Su convento y castillo antiguos en ruina, son testimonio de mejores tiempos.

Aquí detuvieron a unos 60 individuos, entre ellos 32 durante veinte días, los que por fortuna no fueron muy mal tratados, ya que este pueblo no sufrió, como otros muchos, los asesinatos de esos desalmados. Tampoco fue destruida su iglesia; así que poco de él podemos narrar durante la dominación roja.

El día 10 de agosto, amedrentados al oír los cañonazos de un pueblo inmediato, y a la voz de “¡Que vienen los fascistas!”, huyeron a los campos pero el 14 del mismo mes dieron un grande ataque que se prolongó bastante, debido a estar éstos ocultos en una gran sierra de peñas, a pocos metros de la población, y desde allí hacían fuego sin ser vistos. Como el vecindario se ocultara en sus domicilios, los rojos disparaban a cualquier movimiento que observaban en los corrales de las casas, por lo que al día siguiente se encontraron en algunos las bajas de sus propios semejantes: asnos, mulos y demás cuadrúpedos. Otros rojos atacaron por la parte baja del pueblo, cuya entrada se encontraba defendida sólo por seis falangistas, los que hicieron una heroica defensa, digna de los nuestros, pero ante el corto número y la desfavorable posición que tomaron, o su valerosa decisión, encontraron gloriosa muerte los camaradas Antonio García Santisteban, Antonio Hidalgo Garrido y Francisco Valverde Terraza, después de haber defendido la población durante cuatro horas largas, en que llegó el refuerzo consistente en unos 40 hombres del Tercio y Guardia Civil.

El pueblo quedó tranquilo, mas poco duradera fue aquella tranquilidad, pues el día 11 de septiembre nuevamente fue atacado, tan desesperada como inútilmente, ya que con el mismo vigor que anteriormente fueron derrotados por dos escuadras de Falange local y corto número de la Guardia Civil.

A los camaradas caídos y por la Falange local se les ha descubierto una lápida en una calle, rotulando a ésta con el nombre de «Mártires del 14 de agosto».

* * *

En este pequeño pueblecito me sorprende el día de las dos noches, «La vieja y la nueva»; no queremos desairar a la tradición y, sobreponiéndome al cansancio de mi trabajo, me decido a alternar con el jefe local y varios camaradas, con quienes ceno. Después recorremos algunas de sus típicas calles; dejamos transcurrir algunas horas, las suficientes para que el reloj de la villa, aprovechando el silencio del vecindario que duerme, presuma de sonoridad, “pronunciando” sus obligadas doce voces metálicas, despidiendo al año de los trágicos recuerdos, al par que saluda al que está conquistando la claridad de lontananzas sociales; esta es, pues, la hora que figura en nuestro programa para dar la bienvenida en el nuevo año al comandante militar. Unos minutos de charla, muy pocos, y cada alondra a su terrón; todos descansamos.

Ya van las nueve de la mañana; la alegría del vecindario produce un agradable bullicio que me hace abandonar el lecho; salgo a la calle y pronto me entero. ¡El pueblo está de enhorabuena! ¡Hay fiesta grande en Hornachos! ¡Qué bien se observa en la efervescencia del entusiasmo! Hoy se inaugura el cuartel de la Falange Femenina pronuncian emocionados todos los labios. Yo me apresuro a pasear algunas calles para participar también del contento, y es entonces cuando observo la alegría con que saluda la población al nuevo año con la voz dulce y patriótica de la naciente Falange femenina.

Bajo el sol brillante de la mañana serna asisten a la misa, que se oficia en la parroquial (Purísima Concepción) Falange local masculina y femenina, flechas de ambos sexos y una Centuria de Palencia. Terminada la misa me coloco, en compañía del señor Comandante militar y otras autoridades locales, en un extremo de la típica plazoleta (que parece necesaria en la proximidad de toda iglesia pueblerina). Pronto empieza a teñirse de azul la alegre placita.

Los respectivos jefes forman y ordenan a sus escuadras; el espectáculo consigue conmovernos; ¡todo es azul esta mañana! Azul es el pedazo de cielo que cubre al pueblo, pero de un azul puro y risueño, que bien demuestra estar orgulloso en espera de que, hombres de la juventud de acero, acaben de llenar las guardias de sus luceros con que darle dignificación y seguridad, y azul es también el suelo. Por las rendijas de las puertas y ventanas del vetusto edificio se ve escapar un humo de suave y misterioso perfume; humo que, momentos antes, brotara del incensario al majestuoso vaivén del mismo y que llenara las amplias naves; humo también azul claro como el cielo, y que, jugueteando con la alegre brisa mañanera, movíase de uno a otro extremo para perfumar la plaza.

En sus variados movimientos envolvía las cabezas de los uniformados, besaba los ojos de las bellas falangistas, arrasados en lágrimas por la emoción, y aquel humo, poco a poco, se iba esparciendo por las alturas, orgulloso de su misión, pues ¿quién dudará que se dirigía a los luceros a comunicar a los nuestros, que allí duermen el sueño de la victoria, que hasta en el más apartado rinconcito español siguen y seguirán siempre «Presentes en nuestro afán» de lucha regeneradora?

En marcial desfile, ante la aclamación del vecindario, tras las serias banderas del luto y de la sangre, pasamos al magnífico local donde está instalado el cuartel de la Falange femenina, cuya inauguración quedó efectuada tras la bendición de un crucifijo que en el despacho de la Jefatura santifica el edificio.

En dicho acto se da lectura a unas cuartillas por la jefe local, camarada Manuela Acedo García, cuyos párrafos son justamente premiados con los más ardorosos aplausos. A continuación hace uso de la palabra el secretario de la Jons, camarada Manuel Ridruejo Galán; en su breve y brillante disertación hace ver de manera clara y precisa la misión de la mujer en la Falange; un recuerdo a los caídos, y termina entre el más atronador aplauso, que se mezcla con las canciones de nuestro himno.

Y yo, con verdadero sentimiento, abandono el pueblo, no pudiendo borrar de mi mente la magnitud y el significado de aquella fiesta, dirigiéndome al inmediato de Ribera del Fresno.

Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.91-96

domingo, 24 de enero de 2010

EXTREMADURA BAJO LA INFUENCIA SOVIÉTICA (IX): BURGUILLOS DEL CERRO

XIII.- Cómo murieron los sacerdotes de Burguillos del Cerro
Villa perteneciente al partido judicial de Fre­genal de la Sierra, con una población de 7.000 habitantes, a 28 kilómetros de su partido, a 100 de Badajoz; carretera a Badajoz, Zafra y Jerez de los Caballeros; su término es fértil, regado por el Ardilla. Sus producciones son cereales, aceite, garbanzos, bellotas, frutas, hortalizas y cría de ganados, especialmente de cerda.
El secretario de las J. O. N. S., camarada Juan Vega Lima, es quien me acompaña a hacer las siguientes visitas: ruinas del edificio que fue iglesia de Santa María de la Encina, después dedicado a Cementerio. Es éste un antiquísimo edificio de estilo románico, que en la actualidad, y por su importancia histórica, está declarado monumento nacional; junto a este edificio y a una considerable altura sobre el plano de la población, se encuentra un pintoresco castillo, también de remota antigüedad y que fue de la pertenencia de los de Medinaceli; desde el mismo se contempla un precioso panorama que es realzado por la belleza de la pequeña villa, en la que existen varios edificios con escudos que dan testimonio fueron sus dueños los Caballe­ros Templarios.
***
Al igual que en los demás pueblos, y por las mismas causas, procedieron a la detención de 112 personas de las más caracterizadas, entre ellas 20 señoras y señoritas, algunas de humilde categoría, que según ellos habían cometido el «delito» de votar por las derechas. Los edificios que destinaron a cárceles fueron las ermitas de las Monjas, del Cristo y del Amparo.
Los procedimientos que usaron las turbas para hacer padecer a sus detenidos, consistie­ron en sacarlos de madrugada y hacerles subir la pendiente cuesta para conducirlos al antiguo Cementerio de Santa María, del que ya hice mención. Una vez en él, les apuntaban con las escopetas, obligándoles a que dijesen dónde tenían las armas y todo lo que supiesen con relación al movimiento o complot, que, según ellos, tenían tramado. A muchos de ellos les obligaban a ocupar los nichos, diciéndoles que de allí no saldrían hasta no declarar la verdad; mas como nada podían manifestar, volvían a entrarlos en sus prisiones. A los detenidos en la ermita del Cristo, tras de los mayores marti­rios, llegaron en varias ocasiones a formarlos, colocándolos delante del coro, en el que se agrupaban los milicianos provistos de escopetas, los que apuntaban a la voz que ordenara el teniente de las milicias Felipe Hermoso Aguilares, y en este momento llegaba uno que, envia­do por el Comité, comunicaba al jefe que de orden del mismo suspendiese el fusilamiento hasta nuevo aviso.
A señores enfermos crónicos, algunos de gravedad, como lo era don Juan Fernández Sal­guero, a quien tenía que asistir el médico hasta dos veces al día, eran igualmente martirizados.
Para hacerse una idea de las «consideracio­nes» que esta plebe guardaba para con los humildes, baste decir que a los hermanos «Bena», a quienes tenían detenidos por el solo hecho de haber emitido sus votos en favor de las derechas, fueron sacados de la prisión a las tres de una tarde y conducidos en automóvil a una finca donde se encontraba la familia de uno de ellos, por ser guarda de la misma. Una vez en ella les indicaron declarasen a tenor de sus majaderías: «¿Dónde están las bombas? ¿Cuáles son los fascistas? ¿Quiénes tenían las armas?», etc., etc., y como nada podían contestar, optaron como último toque por este salvaje procedimiento: En presencia de sus familiares vendáronles los ojos, retiráronse para ocultarse a los mismos, haciendo unos disparos al aire, para después volver dos milicianos comu­nicándoles a repetidos familiares que habían sido fusilados y que lo mismo harían con ellos de no facilitarles las declaraciones deseadas.
Como en este pueblo persistiera la muchedumbre reinante por más tiempo que en la provincia de Huelva, hubo una gran concentra­ción, compuesta en su mayor parte por mineros fugitivos de los pueblos de dicha provincia (Riotinto y Cala), días éstos en que fueron más encendidas las pasiones y más envenenados los odios y deseos de sangre, habiendo comenzado el día 7 de agosto el asesinato de los señores don Juan Antonio Cumplido Martínez, don José Durán Candalija, don Francisco Benítez Do­mínguez, don Santiago Cintas Pérez, don José Carretero Peláez, sacerdote, y don Gregorio Lozano Calvo, secretario del Juzgado municipal, para cuyo efecto los condujeron a la cárcel del pueblo de Jerez de los Caballeros, manifestando los llevaban allí para que con sus cabezas res­pondieran de los compañeros que fusilaran los fascistas a la entrada del pueblo, ya que esta­ban cerca, pues tuvieron conocimiento habían conquistado el cercano pueblo de Zafra.
A las doce de la noche del día 10 del mismo mes continúan los crímenes en las personas de don Leopoldo Herrera Gallego, don Juan Pozón Carretero, don Juan Fernández Salguero y don Avelino Díaz Gómez, estos dos últimos jóvenes estudiantes; una vez amarrados de píes y ma­nos, son rociados de gasolina, siendo poco a poco quemados. En días sucesivos son ocho más los asesinados, para lo cual fueron lleva­dos a la finca denominada «Rivera del Pontón», término de Jerez de los Caballeros, todos los cuales, como los anteriores y el resto, fueron asesinados tras el mayor ensañamiento, como lo demuestra el estado en que aparecieron los cadáveres al ser exhumados.
Admite comentario especial la muerte dada al párroco de esta localidad don José María Váz­quez Díaz (virtuoso señor, a quien por sus infi­nitas bondades Dios le habrá designado un lugar preferente en su cielo), como igual al también sacerdote don José Castilla Fernández, persona de idénticas virtudes, quienes fueron enterrados vivos, dejándoles fuera sus venera­bles cabezas, por las que hacían pasar caballe­rías hasta ver que agonizaban.
A don Rafael Requejo Santos, oficial del Ejército, lo emplearon como blanco de sus ejer­cicios, para lo cual colgáronle vivo de un árbol, empezando a darles tiros por los pies.
A don Juan Fernández Salguero, padre de uno de los jóvenes quemados vivos, diéronle villana muerte a culatazos de escopeta. El anciano la­brador don Ramón García Maraver, del próximo pueblo de Atalaya, de donde fue secuestrado por los rojos de ésta, diéronle muerte por asfi­xia, pues le arrojaron vivo a un pozo, el que fue tapado por el brocal del mismo.
¿Qué interpretación darían a estos crímenes las Comisiones de parlamentarios extranjeros?
Completan la relación de cadáveres identificados los de los señores siguientes Francisco Melado Requejo, obrero zapatero; Emeterio Ál­varez Moriche, anciano que, a pesar de hallarse enfermo en cama, fue sacado para este fin; don Fernando Calvo Jiménez, secretario del Ayun­tamiento de La Parra, que creyendo se encontraba el pueblo en dominio de las tropas nacio­nalistas, internose en él; a éste le robaron 4.000 pesetas. A los pastores Julián Merchán García, anciano del pueblo de Salvaleón, y Julián Domínguez Díaz, joven de quince años; Pedro Ro­dríguez Dorado, Narciso Rodríguez Fernández, Antonio Testal Fernández, Eusebio Fernández Salguero, Manuel y Francisco Fernández Sal­guero, Aurelio Cumplido Bravo, Juan y Antonio Durán Tinoco de Castilla, Luis Rivero Minero y su hijo Luis, Fernando Zapata Rodríguez, don Francisco Alba Moreno, alférez de la Guar­dia civil, y don Luis Díaz Alvarado, cabo del mismo Instituto, los dos pertenecientes al pues­to de Cumbres Mayores (Huelva).
Todos los asesinados que no fueron arroja­dos a los pozos fueron enterrados a flor de tierra, comprobándose tal extremo por haberse encontrado varios cadáveres destrozados por los animales.
Las señoras y señoritas que se encontraban detenidas en la ermita del Amparo también fue­ron objeto de crueles tratos; entre los mismos llevaron a efecto el sacarlas a deshoras de la noche y conducirlas a un kilómetro de la er­mita, donde les apuntaban con las escopetas, obligándoles a que declarasen a su antojo y ca­pricho. Otras noches se presentaban los mili­cianos acompañados de otros forasteros, diciéndoles que sí a su presencia se desnudaban las llevarían a sus casas, habiendo llegado en una ocasión hasta intentar cometer violaciones, evitándose por haberse opuesto a ello otros más sensatos obreros, por lo que entre ellos llegó a producirse una lucha.
En cuanto a destrucción de edificios y efectos religiosos nada llevaron a cabo en esta villa, no siendo la profanación de los mismos.
Saqueos
Los saqueos fueron realizados con bastante intensidad y de importancia, consistiendo en alhajas, ropas, comestibles y todo lo existente, incluso ropas casi inservibles de los domicilios de los detenidos, habiendo asimismo desvalijado totalmente los establecimientos de bebidas y de comestibles, con lo que se dedicaron los autores al banquete y la embriaguez.
Autores del crimen
[...]
La cultura de los dirigentes rojos
Son Curiosos los documentos confeccionados por las autoridades y dirigentes del Sindicato durante la dominación de los mismos; ellos dan prueba exacta por su redacción, clase de letras y ortografía de la cultura de estos «personajes». En nuestro poder obran cuatro vales, habiendo utilizado para los mismos, trozos de libretas o papel de cualquier clase que, algunos, por sus manchas grasientas y suciedad producidas por las manos que los confeccionaron, despiden un hedor verdaderamente nauseabundo; sobre su texto y ortografía habréis de juzgar, los que lo leyereis, sobre si hay o no razón a lo que ma­nifiesto. Uno de ellos, copiado literalmente, es como sigue: «Comite deayuda al gobierno. Seautoriza y sirbase darle 70 litro gasolina y siete litro Aceite a fabor DE dorado.—7 de Agosto 8-36.- El Comité». (Rubricado). Hay un sello ovalado en tinta roja que dice: «Radio Co­munista Burguillos del Cerro (Badajoz)». En el centro la hoz y el martillo, y una estampilla de imprenta infantil en letra roja que dice: «Co­mité de Ayuda al Gobierno U. H. P: Burgui­llos».
Otro vale escrito por mano distinta y con letra bastante desastrosa dice así: «Comite de ayuda al Gobierno.— Seautoriza el despacho de 20 litro, de gaso lina con calgo a Teodoro el panadero.—Burguillos, a 17 de agosto del 36 el comite» Dos sellos exactos al del anterior.
Destitución de autoridades
¡Que tremendos son los Gobiernos comunistas! Todo lo pueden, todo lo ordenan, todo lo hacen; basta que cualquier autoridad o funcionario no comulgue con sus ideas o no sea anal­fabeto para destituirle. He aquí la copia literal de uno de los oficios que se encontraron en el Ayuntamiento de Burguíllos: «El Comité de ayuda al Gobierno de la República, en sesión celebrada el día 2 de agosto de 1936, acordó, en virtud del decreto firmado por el excelentísimo señor presidente de la República, don Manuel Azaña, [1] con fecha 21 de julio de 1936 («Gaceta» del 22), acuerda cese usted en su cargo de juez municipal, lo que se le comunica a los efec­tos oportunos, rogándole firme el duplicado. Burguillos del Cerro 5 agosto 1936.—El Comité. No tiene firma ninguna y si el célebre sellito comunista, más otro en tinta azul de la Alcaldía.
Lleno de vergüenza, viendo los sujetos encargados de regir los destinos de mi España, me dirijo al pueblo de Valencia del Ventoso.
[1] ¿Pero... cómo es esto? ¿No eran todos camaradas?
Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.111-120