domingo, 24 de enero de 2010

EXTREMADURA BAJO LA INFUENCIA SOVIÉTICA (IV):MAGUILLA Y VALENCIA DE LAS TORRES

VII.- Impresionante relato de un superviviente en Maguilla

Villa ésta de unos 2.200 habitantes, a 22 kiló­metros de Llerena y 66 de Badajoz, siendo su estación más próxima Berlanga, a 14 kilóme­tros; produce cereales y ganado.

A pesar del corto número de habitantes, no fue escasa la intensidad con que se produjeron en esta pequeñita villa los sucesos sociales revolucionarios, durante los cuales llevaron a efecto, por procedimiento salvaje, la detención de 84 señores de la más distinguida sociedad moral y caritativa, por su significación dere­chista o sus ideales regeneradores nacional­sindicalista.

Los detenidos sufrieron su prisión en distin­tos edificios destinados a cárceles por espacio de cincuenta y dos días. Aquí la táctica de la desenfrenada ferocidad roja consistía en tomar declaración absurda, a las que sucedían los más crueles castigos, realizados a golpes con garrotas, porras, culatazos de fusil y escopetas y con todo cuerpo que por su contundencia pudiera producir el mayor daño; les hacían, además, soportar las más bajas humillaciones, como eran las de hacerles limpiar las cuadras, suelos y edificio general, que era su burla y escarnio, por tratarse de las más distinguidas personalidades.

Entre otros muchos, para hacer una idea general del trato criminal que daban a nuestros camaradas, he de detallar lo siguiente:

El camarada jefe local de Milicias y el secre­tario de las J. O. N. S., llaman de una plaza a un vecino, el cual, ayudado por báculos, se me acerca, y con la amabilidad y la resignación de los buenos, me informa de este modo:

«Me detuvieron al iniciarse el movimiento, permaneciendo en estas circunstancias por es­pacio de un mes, poniéndome entonces en liber­tad, de la que disfruté unos quince días; el día 5 de septiembre, de madrugada, sacaron a nueve detenidos para asesinarlos en el inmediato pue­blo de Berlanga, cuyos señores eran: Don Mi­guel Vera González, topógrafo del Estado; don Eduardo Casilla y Pérez de León, cura párroco; don Lorenzo Sánchez Uña, secretario del Juz­gado; don José Prieto Uña, policía secreta; don Felipe Valencia Hernández, del Comercio; don Manuel Grueso Alejandre, labrador; Saturnino Rebollo Vázquez, chófer; Antonio Uña Blázquez, cartero, y José María González Cillian, empleado municipal. De estos nueve, que fue­ron asesinados en la noche de referencia, Ma­nuel Grueso Alejandre era hermano mío, y como estos infames supusieran que yo podría abrigar hacia ellos deseos de venganza, detu­viéronme nuevamente, llevándome a la cárcel, donde me maltrataron considerablemente du­rante cuatro días, pasados los cuales, pusiéron­me en libertad en unión de los restantes deteni­dos que allí quedaran, de donde salí con el cuerpo totalmente amoratado por los golpes recibidos, tanto que se me hacía imposible el andar. Transcurridos algunos días procedieron a nuevas detenciones en los mismos elementos, no pudiendo llevar a efecto la de un servidor, pues pude escapar huyendo a campo traviesa, sufriendo una caída que me produjo la fractura de ambos pies, lo que me ha dejado en el lamentable estado en que usted me encuentra».

De este modo termina su relato un sacrificado más, cuya presencia bien mostrará siempre el triste recuerdo de aquellos monstruos.

A los falangistas detenidos Fernando Ortiz Luengo, José Sánchez Barragán, Esteban Uña González, Manuel García Espinosa, Ricardo Grueso Dávíla, José Antonio Paredes Ortiz, Juan Sánchez Rodríguez y José Durán Corcobado, después de haberles tomado declaración, fueron incomunicados con objeto de asesinarles aque­lla tarde; pero al tener conocimiento de que los fascistas se encontraban en el pueblo más inme­diato, las milicias rojas se marcharon a Azuaga, no sin antes haber tratado de rociar con gasoli­na la cárcel para darle fuego; mas como el tiem­po apremiaba y los familiares de éstos se opu­sieran rotundamente a que permanecieran más tiempo allí, les dieron libertad.

Víctima de su ideal fue el camarada José Sán­chez Prieto, que, encontrándose prestando sus servicios como militar en Palencia, donde fue castigado varías veces por sus creencias reli­giosas e ideas derechistas, el día 18 de julio lle­gó a ésta con permiso, donde inmediatamente lo incomunicaron en su domicilio, prohibiéndole en absoluto frecuentara ninguna casa de orden. El 5 de agosto, fecha en que fue conquistada Llerena por nuestras tropas, los rojos, obliga­damente, se lo llevaron en unión de otros mili­tares con el objeto de contener nuestras fuerzas; pero lo antes que pudo logró escapar, colocándose al lado de la causa Nacional, habiendo encontrado gloriosa muerte el día 31 de agosto (fecha en que intentaron los rojos reconquistar Llerena) al tratar de quitarles una bandera de un tanque en unión de otro camarada de la Fa­lange de Llerena, del que oportunamente dimos su nombre.

Información religiosa

Visito la iglesia parroquial; es de estilo mo­runo, pequeña, muy bonita y de sólida construc­ción; en ella se encontraban la imagen escultó­rica del Patrón San Isidro Labrador y la Patro­na, muy venerada, Virgen de Esparia; tanto es­tas imágenes como todo lo que existía en dicha iglesia fue destruido por la cobarde mano ple­beya. Aquí no fueron los rojos adoradores de Vulcano, no porque sus instintos criminales se lo dejaran de aconsejar, sino por temor de que por el efecto del fuego pudiera sufrir daño el edificio, que tenían utilizado como Econo­mato.

Con respecto a saqueos, fueron innumerables, consistiendo en aceite, trigo y dinero, y por último, hasta aves de corral.

Dirigentes rojos

Entre los encargados de llevar a efecto los mentados desmanes se encontraban Francisco Nogales Pilar, José López Blanco (a) «Lilo», primero y segundo alcalde respectivamente; siendo los ejecutores de las crueldades Rafael Salguero Arévalo, Andrés Orellana Murillo, Ma­nuel Reina Vázquez, Miguel Paz Paisano, Juan López Fauz (a) «Tinaja» y Juan José Bernardino Velardie (a) «Pencho», los que dejaron respirar al pueblo al ser ocupado éste por la primera Centuria de Sevilla el día 24 de septiembre.

Acompañado por el simpático alcalde de esta villa, don Rafael Rico López, y en coche proporcionado por dicho señor, emprendo, el viaje que, con la amabilidad y las graciosas ocurrencias del mismo, no se dejan sentir las molestias de los 30 kilómetros de no muy buena y curvada carretera distantes al pueblo en que llegamos.

VIII.- Destrozos y delitos en Valencia de las Torres

Villa con unos 2.800 habitantes, a 21 kilómetros de Llerena y 60 de Badajoz; su estación más próxima es la de la cabeza del partido; produce cereales.

Con menos intensidad se desarrollaron en este pueblecito los sucesos revolucionarios, mas no por ello faltaron a su táctica de practicar detenciones, las que hicieron en número de 150 y sólo por el «delito» de haber emitido sus votos a favor de la candidatura de derechas. A los cuatro o seis días de efectuar éstas, pusieron en libertad a bastante de ellos, habiendo dejado a unos treinta de los más significados, los que su­frieron prisión por espacio de un mes. El trato dado a éstos fue análogo al de en otros pue­blos, mas no llegaron a realizar crímenes.

El día 11 de agosto fue conquistado este pue­blo por la Falange de Llerena y Guardia civil, a quien acompañaban los camaradas del mismo Fermín Escuder y Julio Sánchez. Cuatro días después volvieron los rojos a ocuparlo, e inme­diatamente conducen a las «Viñas», campo que está en la carretera del Campillo, al obrero car­pintero Rafael Fernández y a los hermanos Ma­nuel y Antonio Haba Ortiz, a quienes, dan muerte cruel.

No era posible dejar sin teñir de sangre ino­cente la página histórica de la villa, la que tam­bién llora la pérdida de su hijo el valiente fa­langista Horacio Domínguez Pacheco, quien encontró gloriosa muerte en la defensa de Lle­rena en el contraataque enemigo.

Destrozos

Visito la iglesia, encontrándola totalmente destrozada, no observándose en ella más que algunas de las paredes. Las imágenes destruidas por el fuego fueron: la de «San Gregorio», Patrón del pueblo, notable por su extremado peso y ser una verdadera obra de arte, tallada en madera; «El Señor de la Viga», magnífica escultura, también tallada en madera, y todas las imágenes en ella existentes; en pinturas, valiosísimos cuadros.

Entre los dirigentes y ejecutores de tales tro­pelías encontrábanse como principales: Fran­cisco Campos, Antonio González, Juan Acedo y Antonio «El del preso.Otros 24 kilómetros por carretera de pro­nunciadas curvas recorridos en coche ligero son suficientes para encontrarnos en Campillo.

Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.77-84