jueves, 28 de enero de 2010

EXTREMADURA BAJO LA INFUENCIA SOVIÉTICA (VI): HORNACHOS

XI.- La defensa de Hornachos frente a sus atacantes

Villa perteneciente al partido judicial de Almendralejo, con unos 7.000 habitantes, a 36 kilómetros de su partido y 90 de la capital; la estación más próxima es Villafranca de los Barros, a 27 kilómetros de distancia; está enclavada esta villa en la carretera de Villafranca de los Barros a Campillo de Llerena, pasando por Ribera del Fresno y Puebla del Prior. Produce cereales, corcho y ganadería. El río Matachel riega su extensa vega, en que se produce con abundancia la naranja. Su convento y castillo antiguos en ruina, son testimonio de mejores tiempos.

Aquí detuvieron a unos 60 individuos, entre ellos 32 durante veinte días, los que por fortuna no fueron muy mal tratados, ya que este pueblo no sufrió, como otros muchos, los asesinatos de esos desalmados. Tampoco fue destruida su iglesia; así que poco de él podemos narrar durante la dominación roja.

El día 10 de agosto, amedrentados al oír los cañonazos de un pueblo inmediato, y a la voz de “¡Que vienen los fascistas!”, huyeron a los campos pero el 14 del mismo mes dieron un grande ataque que se prolongó bastante, debido a estar éstos ocultos en una gran sierra de peñas, a pocos metros de la población, y desde allí hacían fuego sin ser vistos. Como el vecindario se ocultara en sus domicilios, los rojos disparaban a cualquier movimiento que observaban en los corrales de las casas, por lo que al día siguiente se encontraron en algunos las bajas de sus propios semejantes: asnos, mulos y demás cuadrúpedos. Otros rojos atacaron por la parte baja del pueblo, cuya entrada se encontraba defendida sólo por seis falangistas, los que hicieron una heroica defensa, digna de los nuestros, pero ante el corto número y la desfavorable posición que tomaron, o su valerosa decisión, encontraron gloriosa muerte los camaradas Antonio García Santisteban, Antonio Hidalgo Garrido y Francisco Valverde Terraza, después de haber defendido la población durante cuatro horas largas, en que llegó el refuerzo consistente en unos 40 hombres del Tercio y Guardia Civil.

El pueblo quedó tranquilo, mas poco duradera fue aquella tranquilidad, pues el día 11 de septiembre nuevamente fue atacado, tan desesperada como inútilmente, ya que con el mismo vigor que anteriormente fueron derrotados por dos escuadras de Falange local y corto número de la Guardia Civil.

A los camaradas caídos y por la Falange local se les ha descubierto una lápida en una calle, rotulando a ésta con el nombre de «Mártires del 14 de agosto».

* * *

En este pequeño pueblecito me sorprende el día de las dos noches, «La vieja y la nueva»; no queremos desairar a la tradición y, sobreponiéndome al cansancio de mi trabajo, me decido a alternar con el jefe local y varios camaradas, con quienes ceno. Después recorremos algunas de sus típicas calles; dejamos transcurrir algunas horas, las suficientes para que el reloj de la villa, aprovechando el silencio del vecindario que duerme, presuma de sonoridad, “pronunciando” sus obligadas doce voces metálicas, despidiendo al año de los trágicos recuerdos, al par que saluda al que está conquistando la claridad de lontananzas sociales; esta es, pues, la hora que figura en nuestro programa para dar la bienvenida en el nuevo año al comandante militar. Unos minutos de charla, muy pocos, y cada alondra a su terrón; todos descansamos.

Ya van las nueve de la mañana; la alegría del vecindario produce un agradable bullicio que me hace abandonar el lecho; salgo a la calle y pronto me entero. ¡El pueblo está de enhorabuena! ¡Hay fiesta grande en Hornachos! ¡Qué bien se observa en la efervescencia del entusiasmo! Hoy se inaugura el cuartel de la Falange Femenina pronuncian emocionados todos los labios. Yo me apresuro a pasear algunas calles para participar también del contento, y es entonces cuando observo la alegría con que saluda la población al nuevo año con la voz dulce y patriótica de la naciente Falange femenina.

Bajo el sol brillante de la mañana serna asisten a la misa, que se oficia en la parroquial (Purísima Concepción) Falange local masculina y femenina, flechas de ambos sexos y una Centuria de Palencia. Terminada la misa me coloco, en compañía del señor Comandante militar y otras autoridades locales, en un extremo de la típica plazoleta (que parece necesaria en la proximidad de toda iglesia pueblerina). Pronto empieza a teñirse de azul la alegre placita.

Los respectivos jefes forman y ordenan a sus escuadras; el espectáculo consigue conmovernos; ¡todo es azul esta mañana! Azul es el pedazo de cielo que cubre al pueblo, pero de un azul puro y risueño, que bien demuestra estar orgulloso en espera de que, hombres de la juventud de acero, acaben de llenar las guardias de sus luceros con que darle dignificación y seguridad, y azul es también el suelo. Por las rendijas de las puertas y ventanas del vetusto edificio se ve escapar un humo de suave y misterioso perfume; humo que, momentos antes, brotara del incensario al majestuoso vaivén del mismo y que llenara las amplias naves; humo también azul claro como el cielo, y que, jugueteando con la alegre brisa mañanera, movíase de uno a otro extremo para perfumar la plaza.

En sus variados movimientos envolvía las cabezas de los uniformados, besaba los ojos de las bellas falangistas, arrasados en lágrimas por la emoción, y aquel humo, poco a poco, se iba esparciendo por las alturas, orgulloso de su misión, pues ¿quién dudará que se dirigía a los luceros a comunicar a los nuestros, que allí duermen el sueño de la victoria, que hasta en el más apartado rinconcito español siguen y seguirán siempre «Presentes en nuestro afán» de lucha regeneradora?

En marcial desfile, ante la aclamación del vecindario, tras las serias banderas del luto y de la sangre, pasamos al magnífico local donde está instalado el cuartel de la Falange femenina, cuya inauguración quedó efectuada tras la bendición de un crucifijo que en el despacho de la Jefatura santifica el edificio.

En dicho acto se da lectura a unas cuartillas por la jefe local, camarada Manuela Acedo García, cuyos párrafos son justamente premiados con los más ardorosos aplausos. A continuación hace uso de la palabra el secretario de la Jons, camarada Manuel Ridruejo Galán; en su breve y brillante disertación hace ver de manera clara y precisa la misión de la mujer en la Falange; un recuerdo a los caídos, y termina entre el más atronador aplauso, que se mezcla con las canciones de nuestro himno.

Y yo, con verdadero sentimiento, abandono el pueblo, no pudiendo borrar de mi mente la magnitud y el significado de aquella fiesta, dirigiéndome al inmediato de Ribera del Fresno.

Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.91-96