domingo, 24 de enero de 2010

EXTREMADURA BAJO LA INFUENCIA SOVIÉTICA (IX): BURGUILLOS DEL CERRO

XIII.- Cómo murieron los sacerdotes de Burguillos del Cerro
Villa perteneciente al partido judicial de Fre­genal de la Sierra, con una población de 7.000 habitantes, a 28 kilómetros de su partido, a 100 de Badajoz; carretera a Badajoz, Zafra y Jerez de los Caballeros; su término es fértil, regado por el Ardilla. Sus producciones son cereales, aceite, garbanzos, bellotas, frutas, hortalizas y cría de ganados, especialmente de cerda.
El secretario de las J. O. N. S., camarada Juan Vega Lima, es quien me acompaña a hacer las siguientes visitas: ruinas del edificio que fue iglesia de Santa María de la Encina, después dedicado a Cementerio. Es éste un antiquísimo edificio de estilo románico, que en la actualidad, y por su importancia histórica, está declarado monumento nacional; junto a este edificio y a una considerable altura sobre el plano de la población, se encuentra un pintoresco castillo, también de remota antigüedad y que fue de la pertenencia de los de Medinaceli; desde el mismo se contempla un precioso panorama que es realzado por la belleza de la pequeña villa, en la que existen varios edificios con escudos que dan testimonio fueron sus dueños los Caballe­ros Templarios.
***
Al igual que en los demás pueblos, y por las mismas causas, procedieron a la detención de 112 personas de las más caracterizadas, entre ellas 20 señoras y señoritas, algunas de humilde categoría, que según ellos habían cometido el «delito» de votar por las derechas. Los edificios que destinaron a cárceles fueron las ermitas de las Monjas, del Cristo y del Amparo.
Los procedimientos que usaron las turbas para hacer padecer a sus detenidos, consistie­ron en sacarlos de madrugada y hacerles subir la pendiente cuesta para conducirlos al antiguo Cementerio de Santa María, del que ya hice mención. Una vez en él, les apuntaban con las escopetas, obligándoles a que dijesen dónde tenían las armas y todo lo que supiesen con relación al movimiento o complot, que, según ellos, tenían tramado. A muchos de ellos les obligaban a ocupar los nichos, diciéndoles que de allí no saldrían hasta no declarar la verdad; mas como nada podían manifestar, volvían a entrarlos en sus prisiones. A los detenidos en la ermita del Cristo, tras de los mayores marti­rios, llegaron en varias ocasiones a formarlos, colocándolos delante del coro, en el que se agrupaban los milicianos provistos de escopetas, los que apuntaban a la voz que ordenara el teniente de las milicias Felipe Hermoso Aguilares, y en este momento llegaba uno que, envia­do por el Comité, comunicaba al jefe que de orden del mismo suspendiese el fusilamiento hasta nuevo aviso.
A señores enfermos crónicos, algunos de gravedad, como lo era don Juan Fernández Sal­guero, a quien tenía que asistir el médico hasta dos veces al día, eran igualmente martirizados.
Para hacerse una idea de las «consideracio­nes» que esta plebe guardaba para con los humildes, baste decir que a los hermanos «Bena», a quienes tenían detenidos por el solo hecho de haber emitido sus votos en favor de las derechas, fueron sacados de la prisión a las tres de una tarde y conducidos en automóvil a una finca donde se encontraba la familia de uno de ellos, por ser guarda de la misma. Una vez en ella les indicaron declarasen a tenor de sus majaderías: «¿Dónde están las bombas? ¿Cuáles son los fascistas? ¿Quiénes tenían las armas?», etc., etc., y como nada podían contestar, optaron como último toque por este salvaje procedimiento: En presencia de sus familiares vendáronles los ojos, retiráronse para ocultarse a los mismos, haciendo unos disparos al aire, para después volver dos milicianos comu­nicándoles a repetidos familiares que habían sido fusilados y que lo mismo harían con ellos de no facilitarles las declaraciones deseadas.
Como en este pueblo persistiera la muchedumbre reinante por más tiempo que en la provincia de Huelva, hubo una gran concentra­ción, compuesta en su mayor parte por mineros fugitivos de los pueblos de dicha provincia (Riotinto y Cala), días éstos en que fueron más encendidas las pasiones y más envenenados los odios y deseos de sangre, habiendo comenzado el día 7 de agosto el asesinato de los señores don Juan Antonio Cumplido Martínez, don José Durán Candalija, don Francisco Benítez Do­mínguez, don Santiago Cintas Pérez, don José Carretero Peláez, sacerdote, y don Gregorio Lozano Calvo, secretario del Juzgado municipal, para cuyo efecto los condujeron a la cárcel del pueblo de Jerez de los Caballeros, manifestando los llevaban allí para que con sus cabezas res­pondieran de los compañeros que fusilaran los fascistas a la entrada del pueblo, ya que esta­ban cerca, pues tuvieron conocimiento habían conquistado el cercano pueblo de Zafra.
A las doce de la noche del día 10 del mismo mes continúan los crímenes en las personas de don Leopoldo Herrera Gallego, don Juan Pozón Carretero, don Juan Fernández Salguero y don Avelino Díaz Gómez, estos dos últimos jóvenes estudiantes; una vez amarrados de píes y ma­nos, son rociados de gasolina, siendo poco a poco quemados. En días sucesivos son ocho más los asesinados, para lo cual fueron lleva­dos a la finca denominada «Rivera del Pontón», término de Jerez de los Caballeros, todos los cuales, como los anteriores y el resto, fueron asesinados tras el mayor ensañamiento, como lo demuestra el estado en que aparecieron los cadáveres al ser exhumados.
Admite comentario especial la muerte dada al párroco de esta localidad don José María Váz­quez Díaz (virtuoso señor, a quien por sus infi­nitas bondades Dios le habrá designado un lugar preferente en su cielo), como igual al también sacerdote don José Castilla Fernández, persona de idénticas virtudes, quienes fueron enterrados vivos, dejándoles fuera sus venera­bles cabezas, por las que hacían pasar caballe­rías hasta ver que agonizaban.
A don Rafael Requejo Santos, oficial del Ejército, lo emplearon como blanco de sus ejer­cicios, para lo cual colgáronle vivo de un árbol, empezando a darles tiros por los pies.
A don Juan Fernández Salguero, padre de uno de los jóvenes quemados vivos, diéronle villana muerte a culatazos de escopeta. El anciano la­brador don Ramón García Maraver, del próximo pueblo de Atalaya, de donde fue secuestrado por los rojos de ésta, diéronle muerte por asfi­xia, pues le arrojaron vivo a un pozo, el que fue tapado por el brocal del mismo.
¿Qué interpretación darían a estos crímenes las Comisiones de parlamentarios extranjeros?
Completan la relación de cadáveres identificados los de los señores siguientes Francisco Melado Requejo, obrero zapatero; Emeterio Ál­varez Moriche, anciano que, a pesar de hallarse enfermo en cama, fue sacado para este fin; don Fernando Calvo Jiménez, secretario del Ayun­tamiento de La Parra, que creyendo se encontraba el pueblo en dominio de las tropas nacio­nalistas, internose en él; a éste le robaron 4.000 pesetas. A los pastores Julián Merchán García, anciano del pueblo de Salvaleón, y Julián Domínguez Díaz, joven de quince años; Pedro Ro­dríguez Dorado, Narciso Rodríguez Fernández, Antonio Testal Fernández, Eusebio Fernández Salguero, Manuel y Francisco Fernández Sal­guero, Aurelio Cumplido Bravo, Juan y Antonio Durán Tinoco de Castilla, Luis Rivero Minero y su hijo Luis, Fernando Zapata Rodríguez, don Francisco Alba Moreno, alférez de la Guar­dia civil, y don Luis Díaz Alvarado, cabo del mismo Instituto, los dos pertenecientes al pues­to de Cumbres Mayores (Huelva).
Todos los asesinados que no fueron arroja­dos a los pozos fueron enterrados a flor de tierra, comprobándose tal extremo por haberse encontrado varios cadáveres destrozados por los animales.
Las señoras y señoritas que se encontraban detenidas en la ermita del Amparo también fue­ron objeto de crueles tratos; entre los mismos llevaron a efecto el sacarlas a deshoras de la noche y conducirlas a un kilómetro de la er­mita, donde les apuntaban con las escopetas, obligándoles a que declarasen a su antojo y ca­pricho. Otras noches se presentaban los mili­cianos acompañados de otros forasteros, diciéndoles que sí a su presencia se desnudaban las llevarían a sus casas, habiendo llegado en una ocasión hasta intentar cometer violaciones, evitándose por haberse opuesto a ello otros más sensatos obreros, por lo que entre ellos llegó a producirse una lucha.
En cuanto a destrucción de edificios y efectos religiosos nada llevaron a cabo en esta villa, no siendo la profanación de los mismos.
Saqueos
Los saqueos fueron realizados con bastante intensidad y de importancia, consistiendo en alhajas, ropas, comestibles y todo lo existente, incluso ropas casi inservibles de los domicilios de los detenidos, habiendo asimismo desvalijado totalmente los establecimientos de bebidas y de comestibles, con lo que se dedicaron los autores al banquete y la embriaguez.
Autores del crimen
[...]
La cultura de los dirigentes rojos
Son Curiosos los documentos confeccionados por las autoridades y dirigentes del Sindicato durante la dominación de los mismos; ellos dan prueba exacta por su redacción, clase de letras y ortografía de la cultura de estos «personajes». En nuestro poder obran cuatro vales, habiendo utilizado para los mismos, trozos de libretas o papel de cualquier clase que, algunos, por sus manchas grasientas y suciedad producidas por las manos que los confeccionaron, despiden un hedor verdaderamente nauseabundo; sobre su texto y ortografía habréis de juzgar, los que lo leyereis, sobre si hay o no razón a lo que ma­nifiesto. Uno de ellos, copiado literalmente, es como sigue: «Comite deayuda al gobierno. Seautoriza y sirbase darle 70 litro gasolina y siete litro Aceite a fabor DE dorado.—7 de Agosto 8-36.- El Comité». (Rubricado). Hay un sello ovalado en tinta roja que dice: «Radio Co­munista Burguillos del Cerro (Badajoz)». En el centro la hoz y el martillo, y una estampilla de imprenta infantil en letra roja que dice: «Co­mité de Ayuda al Gobierno U. H. P: Burgui­llos».
Otro vale escrito por mano distinta y con letra bastante desastrosa dice así: «Comite de ayuda al Gobierno.— Seautoriza el despacho de 20 litro, de gaso lina con calgo a Teodoro el panadero.—Burguillos, a 17 de agosto del 36 el comite» Dos sellos exactos al del anterior.
Destitución de autoridades
¡Que tremendos son los Gobiernos comunistas! Todo lo pueden, todo lo ordenan, todo lo hacen; basta que cualquier autoridad o funcionario no comulgue con sus ideas o no sea anal­fabeto para destituirle. He aquí la copia literal de uno de los oficios que se encontraron en el Ayuntamiento de Burguíllos: «El Comité de ayuda al Gobierno de la República, en sesión celebrada el día 2 de agosto de 1936, acordó, en virtud del decreto firmado por el excelentísimo señor presidente de la República, don Manuel Azaña, [1] con fecha 21 de julio de 1936 («Gaceta» del 22), acuerda cese usted en su cargo de juez municipal, lo que se le comunica a los efec­tos oportunos, rogándole firme el duplicado. Burguillos del Cerro 5 agosto 1936.—El Comité. No tiene firma ninguna y si el célebre sellito comunista, más otro en tinta azul de la Alcaldía.
Lleno de vergüenza, viendo los sujetos encargados de regir los destinos de mi España, me dirijo al pueblo de Valencia del Ventoso.
[1] ¿Pero... cómo es esto? ¿No eran todos camaradas?
Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.111-120