jueves, 28 de enero de 2010

EXTREMADURA BAJO LA INFUENCIA SOVIÉTICA (XVI): MÉRIDA

XXI.- El estrago de la horda soviética en el recinto romano de Mérida

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La interesante y bella ciudad también sufrió los estragos de la ola sovietizada. El día 20 de julio dieron principio las detenciones, las que recayeron en unas ochenta personas que pro­fesaban ideas nobles y creencias cristianas. Éstas fueron conducidas para sufrir su prisión a los edificios salón de Quintas del Ayunta­miento, calabozos de la Inspección municipal y la iglesia de Santa Catalina, que fueron los que en esta ciudad utilizaron de cárceles, igualmente la cárcel del Partido, lugar donde llevaron a los señores forasteros. Sobre el trato que en los mis­mos recibieron, sólo diremos que fue análogo al que sufrieran en otro cualquier pueblo; es decir, en otro cualquier pueblo que hiciera más honor a sus instintos salvajes; baste decir sola­mente que siendo insuficiente el salón de Quin­tas, lugar donde se encontraban más número de detenidos, les hacían que durmieran unos enci­ma de otros, no permitiéndoles ni que abrieran las ventanas y montantes para que pudieran respirar, por lo que en algunas ocasiones su­frieron, varias personas trastornos mentales.

Los detenidos en la iglesia de Santa Catalina eran tres señorita: Dolores Zabala, Lali Flores y una enfermera del Manicomio.

Asesinatos

El día 5 de agosto fueron sacados del cala­bozo, para asesinarlos vilmente, los siguientes señores: Don Victoriano Pacheco Fernández, don José Tavares, don Antonio Vizcaíno, don Toribio Macías y don Camilo Agudo; el primero vecino de Mérida y los restantes de La Nava de Santiago, los que fueron ejecutados al amane­cer de dicho día.

Dos días después, unos por la mañana y el resto por la tarde, fueron igualmente asesina­dos los siguientes: don Francisco López de Ayala, abogado; don Antonio Fernández Do­mínguez, abogado; don Federico de Manresa, capitán de Artillería; don Antonio Pardo Gar­cía-Vinuesa, perito industrial; don Manuel He­rranz Nieto, industrial; don Mateo Durán, odon­tólogo; don Antonio Rodríguez, vecino de Lle­rena; don Mario Balanzategui, abogado; don Antonio Díaz Mirón, empleado, y el obrero Jo­sé del Río; éstos fueron llevados para dicho fin a las inmediaciones de los pueblos de Aljucén y Trujillanos, enterrándoles en el propio cami­no, y a tan flor de tierra, que los cadáveres de don Francisco López de Ayala y don Antonio Fernández fueron desenterrados por los anima­les, habiendo sido hallados divididos en varias partes y decapitados.

Saqueos y actos de profanación

Entre las incautaciones y saqueos llevados a efecto durante el desgobierno figuran la del Ca­sino emeritense y varios edificios más, en los que establecieron sus cuarteles y centros, ha­biendo saqueado totalmente todas las casas pertenecientes a los elementos de derecha, e igualmente la parroquia de Santa María, en la que destrozaron sus imágenes, habiendo colo­cado a una de ellas en el balcón después de ha­berle puesto una capa colorada.

Dirigentes y ejecutores más principales

Encontrábanse entre los dirigentes y ejecuto­res de las horribles canalladas cometidas en es­ta ciudad, el famoso bandido, capitán de Asalto, Carlos Medina; Manuel Cortijo, ferroviario; An­drés Nieto, factor, quien desempeñó el cargo de alcalde durante la tragedia; Rita Aznar y otra miliciana conocida por «la Bolindra», sujetos que hubieran terminado con la flor emeritense de no haber sido reconquistada la ciudad el día 11 de agosto por la gloriosa columna del tenien­te coronel Asensio.

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Pocos kilómetros de buena carretera son sufi­cientes para encontrarme en San Pedro de Mé­rida.

XXII.- Los que se retiraron al campo para salvarse en San Pedro de Mérida

Lugar con una población de 1.000 habitantes. En la carretera de Madrid a Portugal, se halla a 14 kilómetros de Mérida y 75 de Badajoz, siendo su estación más próxima Guareña, a cinco kilómetros; produce cereales, vinos y aceite.

Es curioso lo sucedido en este lugar durante el dominio de los desenfrenados; los elementos de significación falangista o derechista, presin­tiendo la tragedia, huyeron a los campos, don­de permanecieron ocultos hasta la llegada de las tropas conquistadoras, pues según me in­forman, de no haber procedido en esta forma, hubieran sufrido sin duda alguna las conse­cuencias fatales del desbordamiento del prole­tariado falsificado, ya que este pequeño lugar padecía la vecindad de los peligrosos comunis­tas Francisco Palma García y sus hijos Federico (a) «el Cojo» y Felipa y Juan Sánchez (a) «Tacones», los que al no encontrar presa inocente en los primeros días del mentado dominio, huyeron a pueblos inmediatos a saciar su sed de sangre.

Tomado de: González Ortín, Rodrigo, Extremadura bajo la influencia soviética, Tip.Gráfica Corporativa, Badajoz, 1937, pp.187-196